¡Vaya suerte la mía! Si bien casi me muero de un infarto en repetidas ocasiones esa noche, parece que finalmente le tendré que agradecer a Pablo por el susto, y claro está, también a mi madre por irle con el chisme a Isabel, aunque al principio me pareció una pésima idea que se lo contara precisamente a ella. Por supuesto que esa noche no pude dormir, aunque por momentos cerré los ojos y Morfeo venía a mi, pero rápidamente mi corazón se alborotaba dentro de mi pecho por un sonido que salía de su boca, o simplemente por algún mínimo movimiento de su cuerpo, mientras descansaba. Porque sé que entre mis brazos tuvo el descanso que necesitaba. Pude sentirlo, y eso me hacía sentir de maravilla, a pesar de que todo mi ser se negaba a dormirse por temor a que al despertar, mis brazos estuviera