Horas más tarde… El entrenador nos complicó el entrenamiento, pues ese fin de semana jugaríamos uno de los últimos partidos de campeonato y nos dio una charla de horas de duración. Tantas, que comencé a ver el atardecer con cariño por la ventana. Esta vez no me quedé a practicar lanzamientos. Me fui rápidamente a casa, algo molesto, por cierto, pues le había enviado unos tres o cuatro mensajes a Sofía y no había recibido respuesta. Tampoco había contestado el móvil y era raro, máxime porque no estaba con el niño. Pero comprendí todo al llegar a la casa y sentir que mi corazón me guiaba hacia la piscina. Allí estaba ella… toda ella… las luces del atardecer madrileño hacían destacar particularmente su figura y comencé a volverme loco. Estaba allí, esperándome… se trataba de otra de las t