Mateo
Tenerla entre mis brazos otra vez, era algo que no podía creer. Saber que despertaría a su lado, después de tanto tiempo, me ponía más que feliz, aunque más no fuera de la manera que estaba siendo.
Me moría de ganas de apostarle su perdón… pero debía ir lentamente, no quería que se sintiera obligada a nada. Por eso aposté ese pastel que solo ella sabía hacer y que tanto me enloquecía.
La tenía a mi lado, aferrada a mí, con su mano apoyada en mi pecho, otra vez. Poco a poco fue cediendo ante las caricias que le hacía en el cabello, hasta que se durmió. Luego de contemplarla un largo rato y seguir acariciando sus mejillas y su cabeza, hice lo mismo. También estaba muy cansado, no había sido un buen día, sino todo lo contrario. La sola idea de perderos, a ella o al bebé, me dejaban e
