No hubo noche en que pudiera dormir tranquila los siguientes cuatro meses… no había noche, sobre todo las de lluvia, en que me imaginara que los coches que llegaban traían a esa bestia que quería hacerme abortar a mi hijo. Algo en mi interior me decía que las cosas no saldrían como yo esperaba, sin embargo… sin embargo mi bebé me seguía tranquilizando. Estaba en paz. Estaba feliz, a pesar del miedo. Sentir que comenzaba a moverse dentro de mí me daba esperanzas. Me llenaba de felicidad, de orgullo de saber que estaba luchando para que pudiera nacer. Sin embargo, no podía evitar llorar. Necesitaba a Mateo compartiendo todo eso conmigo, viviendo el crecimiento de mi pancita a mi lado, sintiendo todos los movimientos de nuestro hijo… llorando conmigo de alegría cuando el médico me dijo que s