Y de pronto estaba ahí, frente al espejo sin saber que ponerme, todo mi equipaje vacío y por supuesto, extendido a través de la mayor parte de la habitación, quizás habían transcurrido una hora o dos, realmente no había medido el tiempo. Únicamente al regresar de mi paseo, había decidido meterme a dar una ducha larga, puesto que aquella tarde ante los abrazadores rayos del sol, mi cuerpo había zucumbido ante la naturaleza. Realmente apestaba, quizás porque no estaba acostumbrada a esfuerzo físico qué implicaba caminar. Pero después de envolverme en una bata y con una toalla en la cabeza, no había podido decidir que ponerme para esa cena. No quería ponerme nada especial y en ello implicaba qué debía descartar los pocos vestidos qué tenía, porque no quería dar a entender que estaba desesp
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