Capítulo 4 — Propuesta: un trato.

3190 Palabras
Nunca imaginé que la ciudad llegará a ser tan agobiante, el ruido se escucha por todos lados, las personas corren apresuradas como si llegarán tarde a su destino, y yo solo lo percibo desde la ventana del auto. Me giró a ver a mi padre y él sonríe satisfecho al verme observar su ciudad, desvió nuevamente la mirada con la esperanza de respirar aire fresco pero no es lo mismo, en el campo se respira paz, se respira tranquilidad, aquí solo veo caos y contaminación, las personas que corren apresuradas con su desayuno en mano, apenas y se preocupan por tirar la basura en su debido lugar. Suspiro resignada, es verdad que ya no estoy en casa, vuelvo mi mirada al frente antes de dirigirme a mi padre. — ¿Falta mucho para llegar? Me duele todo el cuerpo por el viaje... — él sonríe ante mi comentario y niega con la cabeza. — Vamos directamente a tu apartamento, me tomé el atrevimiento de comprar uno cerca de nuestra empresa, es grande y elegante, pedí que se diseñará modernamente, espero que sea de tu agrado, también le pedí a mi asistente que te comprara ropa, ella es más o menos de tu contextura, la use como referencia para que te comprara lo mejor en tu talla. — lo mire boquiabierta, obligándome a sonreír, imaginaba que mi ropa de campesina no encajaría en la ciudad, era más que evidente, me resigne a guardar silencio y asentir. Un rato más tarde ya estábamos en mi apartamento, era difícil de decir, mucho más de asimilar, mi padre me acompaño en el ascensor y me guío hasta mi piso y seguidamente a mi apartamento, camine a su lado un tanto nerviosa mientras que él sonreía de oreja a oreja, saco un juego de llaves preciosas y me las enseño. — Estás son de aquí abajo, como ves tiene doble seguro, pero eso no bastará sin el código. — señaló un pequeño dispositivo de bloqueo, con números y una pequeña pantalla. — tiene un código por defecto, pero puedes cambiarlo en cualquier momento, los técnicos de seguridad han dejado el manual de instrucciones adentro. — dijo al tiempo que introducía el código y desbloqueaba la puerta. — deje la puerta solo con el bloqueo de la alarma, pero tú debes poner el seguro con las llaves, aunque de por sí el sector es muy seguro. — abrió la puerta y me invitó a entrar con un gesto de su mano, asentí mientras entraba en silencio. El apartamento era realmente hermoso y enorme, ha decir verdad, yo creía que mi hacienda era grande, pero este enorme apartamento parecía un penthouse de lujo. — Como ves, a la derecha tienes un pequeño living, un comedor más allá y ahí en el fondo esta la cocina. — gire mi vista hacía donde me señalaba mi padre, tenía razón, aunque la palabra pequeño no le quedaba bien a su explicación, a mi parecer era enorme. — por este lado, después del living, tienes un salón muy bonito, me tome el atrevimiento de añadirle un mini bar, pero si no te gusta puedes avisarme y lo mandamos a quitar, puedes poner lo que a ti te parezca, tienes varios sillones, para leer e incluso para dormir también si así lo deseas, más allá. — me guió hacía la izquierda, donde suponía estaban las habitaciones y el baño. — encontramos dos habitaciones, cada una con baño privado, pero la más grande es la tercera y la que mande que se arreglará para ti. — abrí las dos habitaciones que mi padre me señalaba, había en cada una de ella una cama doble con mesitas de noche a cada lado, justo en frente un closet enorme, suponía que estaba vació, a un lado estaba la puerta del cuarto de baño. — cada closet tiene toallas limpias y sabanas de cambio, como viste, son camas dobles, los baños tienen ambos una tina, agua fría y caliente dependiendo de la estación o de lo que prefieran tus invitados, tu habitación tiene un baño tipo sauna y como verás es más enorme, así que cabe perfectamente una cama king, que de hecho fue la que pedí para ti. — mi padre abrió la puerta y dejo mis maletas a un lado, no me había dado cuenta de que él las traía, yo las había dejado en la puerta, tal vez las tomo cuando me entretuve viendo la hacía el living y la cocina, en mi rostro de dibujo una pequeña sonrisa, tal vez este señor y yo nos podríamos llevar bien. — perdona, las traje porque supuse que estabas cansada, deje las llaves en la entrada, tienes un porta llaves que queda muy bien con el diseño, de hecho Paola lo puso, tengo uno igual en casa. — dijo entusiasmado. Parecía un niño, él estaba feliz de contarme que teníamos algo en común aunque yo no lo hubiera elegido. — perdona, estoy hablando mucho, es que me emociona tenerte aquí. — sonrió para luego carraspear su garganta y continuar, salió de la habitación y se dirigió a la última puerta que estaba justo en frente de mi habitación, en el fondo había un gran espejo desde el techo al piso, decoraba muy bien el pasillo. — este es el baño en general, tiene lo mismo que el tuyo, solo que en lo personal, el tuyo esta más bonito. — dijo en un tono divertido, solté una risita, él se giró sorprendido. — bueno, yo ya me voy. — dijo mirando el reloj en su muñeca, apresurado, de repente, lo miré confundida. — mañana enviare a mi asistente por ti, vendrá con tu chofer, será por poco tiempo hasta que saques tu licencia y compremos tu auto. — sonrió y me miró dubitativo. — ¿Te molesta si yo... si yo te doy un pequeño abrazo? — mis ojos se abrieron como platos por la sorpresa... Él como era de esperarse comprendió mi reacción y se cohibió inmediatamente — no tienes que hacerlo, discúlpame, es que he estado tanto tiempo queriendo tener un hijo o hija, no me importaba, y sin saber que ya tenía una hermosa niña, tanto tiempo sin saber de tu existencia... Verte aquí y saber que eres lo que siempre soñé, me hace pensar que ya puedo morir en paz, pero como padre anhelo ese abrazo. — explicó él al tiempo que frotaba tus brazos, yo lo miraba conmovida, pero aún en mi cabeza existía esa vocecita que me recordaba que mi padre había estado ausente durante toda mi vida, sonreí para cortar el momento incomodo. — Te lo agradezco mucho, de verdad que todo esto es maravilloso, y entiendo tu punto, pero yo he pasado prácticamente lo mismo, no te culpo, pero tampoco digo que sea mi culpa, la persona con la carga más grande en este asunto, tristemente ya no esta aquí. — mi padre hizo un gesto de resignación y extendió uno de sus brazos para apretar mi hombro con empatía. — Tranquila, tomate el tiempo que creas necesario, soy una persona paciente, así que disfruta de tu nuevo hogar... Ah, se me había olvidado, hay una pequeña oficina detrás del espejo. — señalo el espejo. — es como una puerta. — dijo sonriente. Se acercó y dígito un código en una pantalla igual a la de la entrada, una que no había visto. — tienes una computadora portátil y un equipo incorporado de sonido, también es muy fresco y tiene buena iluminación, puedes hacerle los cambios que quieras, estas en tu casa, recuerda que debes cambiar los códigos, son el mismo. — asentí en acuerdo. — Lo haré, no te preocupes, muchas gracias. — mi padre me sonrió y se dirigió a la salida. — Hasta mañana, hija. — dijo él con entusiasmo. — deje mi número de celular y de mi oficina por si los llegas a necesitar, también el de casa. — sonreí sin saber que más responder, al parecer se preocupaba mucho, era bastante precavido. — Hasta mañana... — dije un tanto incomoda, justo después él se dio la vuelta y se marchó con una gran sonrisa en el rostro. Lo primero que hice fue dirigirme a mi habitación y abrir el enorme closet, había vestidos en variedad de estilos, ropa elegante como también ropa deportiva y de casa, como yo le decía, mire mi equipaje y suspire, definitivamente ya no estaba en el campo y mi ropa de campo debía permanecer en el closet. Abrí un par de cajones, eran tal vez los últimos, había lencería bastante descubierta, agarre una brasilera y la extendí frente a mi rostro. — ¡Por Dios, asistente! ¡No me pondré esto, ni loca me lo pondré! — mire mis caderas, aventé la brasilera a la cama y desabroché mi pantalón dejando ver mi ropa interior, era lo más cómodo que alguna vez pude haber usado. — estos sí que son cómodos, debería recomendarle unos de estos a la asistente de mi padre. — dije mientras me sentaba en el orillo de mi cama, mi madre decía que mi ropa interior era de abuelita. — tal vez mamá tenga razón y por eso es que me quedaré virgen por siempre. — dije al tiempo que rodaba los ojos y me tiraba de espaldas en la cama, mirando al techo lo medité una vez más. — no. — dije con total seguridad. — los amoríos no son lo mío, nací para trabajar, si hubiera nacido para tener un esposo seguramente Víctor se habría fijado en mí. — suspiré y me crucé de brazos. El día había terminado, y disfrute de un gran baño como jamás en mi vida lo había hecho, fue extremadamente relajante, me alegré de que en el campo me acostumbrará a despertar a las cinco de la mañana, así tendría todo el tiempo para alistarme, teniendo en cuenta que en la ciudad las personas empezaban su horario laboral de ocho a nueve de la mañana, aunque los jefes siempre llegaban antes, eso seguro era un hecho. Si quería dar una buena impresión debía ser puntual. Me dirigí al gran armario con diferentes prendas para elegir, tenía tiempo así que me lo tomaría con calma, vi varios hermosos vestidos lo bastante lindos como para dejarlos ahí, para mi gran suerte mi madre me había enseñado a usar tacones, y fue más difícil que aprender a montar a caballo, pero como todo, con un poco de práctica lo logré, traje el portátil que mi padre había dejado en mi oficina y lo encendí, investigue muy bien, no dejaría en ridículo a mi madre, obtuve muy buenas enseñanzas de ella, aunque yo no fuese tan femenina como ella, se que algo podría hacer. Tome las prendas similares que vi en el computador y arme mi vestuario del día, pero había un conjunto en especial que me dejó impactada, se trataba de un pantalón de tela n***o, un croptop blanco sencillo que se pegaba a mi figura dándome una silueta jamás vista, tome el blazer a juego y unos tacones del mismo color, mi cabello era el dilema, ¿Atado o suelto? y si lo ataba, ¿Cómo lo hacía? ya no tenía tiempo, lo seque y peine con la esperanza de verme bien, aplique un poco de maquillaje, lo básico, lo que llegue a aprender de mi madre, me mire al espejo y no me reconocí. — ¡Esa mujer definitivamente no es la chica que se fue del campo! — dije sonriendo mientras me daba una aprobación. — estoy impactante. — me halague. — Tiene razón, señorita Moreno. Se ve usted muy bien. — dijo alguien concuerdando conmigo, pegue un brinco al escuchar a esa persona y me gire alarmada, una chica tal vez de mi edad me miraba avergonzada. — Lo siento mucho, no era mi intención asustarla, toque y timbre pero no respondía, vi que no cambio el código así que pase para ver si se encontraba bien... — suspire, sabía que algo se me había olvidado. — Es verdad, debo cambiarlo, el señor... — titubee. — esto... mi padre me lo dijo varias veces pero me distraje con todo lo que había en el armario. — la chica sonrió orgullosa. — Me alegro de que le haya gustado lo que escogí para usted, hice lo que pude con las referencias que me dio su padre. Podemos irnos ya, el chófer que su padre envío nos espera. — asentí con la cabeza y me apresure a tomar una pequeña cartera en la que metí mi billetera, un lápiz labial de una tonalidad natural, un polvo compacto y un rímel. Sonreí y espere a que ella se adelantará, pero no lo hizo, en lugar de eso se dirigió a la pequeña mesita al lado de mi cama, saco de ahí un bonito collar y me lo tendió. — le vendrá perfecto con el vestuario que eligió, en esa pequeña cómoda puede encontrar muchos más para cuando los necesite. — sonreí agradecida al tiempo que lo tomaba y hacia lo posible por ponerme el collar. Estaba ahí, en la empresa de mi padre, aceptaría el rol de jefa, pero era más fácil decirlo que hacerlo, los nervios me invadían, la asistente de mi padre me dijo que en este tipo de reuniones primero llegaban los demás y luego los jefes, aunque era raro para mi preferí no llevarle la contraria, cada vez que veía a las personas importantes de la reunión pasar me susurraba su cargo y sus nombres al oído, nerviosa me disculpé y le pregunté donde estaba el baño, prometiendo no tardar mucho, ella me dio las indicaciones precisas y prácticamente corrí hacia allí. Llegue al baño y cerré la puerta principal con seguro para que nadie más irrumpiera en él. — ¡Tú puedes André! — me dije a mí misma. — él es tu papá, esto te pertenece también, hablales como les hablabas a los obreros en la hacienda. — intente insentivarme mientras me miraba en el enorme espejo del baño. Fue en ese momento cuando escuché una puerta abrirse, no tuve que girarme, un hombre alto y fornido salió de uno de los baños, tratando de ocultar su cara, me gire inmediatamente para confrontarlo, él levantó la vista hacia mí y me miró como si fuera un bicho insignificante. — Nunca había visto a una persona tan insegura quejarse en un baño. — fruncí el ceño confundida. — ¿Me equivoque de baño? — pregunté confundida. Él hombre solo se encogió de hombros y se giró dispuesto a irse, me apresure a poner una mano en su pecho para detenerlo, él se detuvo y volvió a mirarme molesto. — seguramente fuiste tú quien se equivocó de baño. — dije molesta al ver como me miraba. — Quítame la mano de encima. — dijo entre dientes, pensé en insultarlo, pero tal vez podría ser algún socio, su barba tupida y su cabello castaño lo hacían ver bastante intimidante, eso además de su estatura, no era un hombre de lo más agradable, pero no podía negarle su atractivo. — ¿qué no escuchaste? — preguntó al tiempo que me miraba con desprecio, rápidamente quite mi mano de su pecho preocupada de que fuese alguien importante, pero me adelante a él y abrí la puerta para ver quién se había equivocado de baño. ¡Efectivamente, él se había equivocado! — ¡Fuiste tú! ¡Tú te equivocaste! — prácticamente se lo grite. — ¿Y eso qué? Es algo que puede pasarle a cualquiera. — metió la mano en su traje y saco un estuche, lo abrió y saco de él unos lentes, se los puso y me miró nuevamente, los lentes le daban un toque intelectual y mucho más atractivo. — más aún una persona que tiene problemas en la vista. — se justificó el muy cretino. — Pues si no quieres equivocarte, úsalos todo el tiempo. — dije al tiempo que me cruzaba de brazos. — No se quién eres, pero tienes el baño para ti sola ahora, sigue dándote ánimos, aunque se bien que eso no funcionará. — dijo antes de seguir caminando hacia la salida, nuevamente me adelante y me pare frente a él. — Para ti quizá no, pero a mí sí me funciona, he lidiado con peores cosas... — dije cruzando me de brazos. — Ah sí, obreros, una granja... — dijo el hombre con desdén. Abrí la boca sorprendida. — me estás quitando mucho tiempo, granjera. — mi boca se abrió mucho más al escucharlo llamarme así, quería golpearlo. — ¡No es una granja, es una hacienda! — exclamé furiosa. — Tengo una reunión muy importante, no quiero perder mi tiempo con una empleada en el baño, suficientes problemas tengo ya. — dijo él empujando me hacía un lado para pasar. — ¡Espera! — dije, deteniendo su brazo con fuerza, esta vez fue él quien se giró sorprendido, me fulminó con la mirada y jalo su brazo para soltarse de mi agarre. — soy Andrea Moreno. — extendí mi mano para presentarme, él me miró detenidamente y tomo mi mano con desconfianza. — Steven Simons. — abrí los ojos sorprendida, la asistente de mi padre me había dicho un par de cosas de él, no venía junto con los Simons que me enseñó, dijo que era el hijo rebelde de la familia, pero aún así uno de ellos, que su actitud era peor ahora que había tenido un terrible accidente y había tenido que someterse a varias cirugías plásticas para volver a como era antes, aunque no lo entendía, para mi era un hombre bastante atractivo. — seguramente ya sabes de mi y por eso me ves de esa forma. — dijo el hombre soltando mi mano de inmediato. — Vi a la familia Simons entrar a la sala de conferencias, y escuché que faltaba el hijo menor... — me limité a decir solo eso, no quería un enemigo tan pronto. El hombre se quedó pensativo por un momento. — Puedo ayudarte, con una condición. — dijo con gesto serio. Lo mire confundida. Él torció los ojos fastidiado. — puedo ayudarte a ganar tu puesto en esta empresa, pero necesito de tu ayuda. — no pude evitar reírme. — Que ridiculez. ¿Crees que yo no puedo hacerlo por mi cuenta? — él permaneció impasible. Me gire dispuesta a irme. — Una campesina jamás será aceptada entre la alta sociedad. Así como a ti te hablaron de nosotros, a nosotros nos hablaron de ti. — dijo provocando que me detuviera. Apreté los puños molesta, no me dejaría convencer. Me gire hacia él. — Bien. ¿Entonces qué? ¿Qué propone el señor de la alta sociedad? — él sonrió satisfecho. — Primero hagamos una prueba, no quiero que la señorita se sienta estafada. Ve a esa reunión, veamos cómo te va y luego me dices si quieres escuchar mi plan. — saco una tarjeta de presentación de su cartera y me la entrego. Esta vez fue él quien me adelantó, yéndose directo a la sala de conferencias.
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