A la mañana siguiente, me despierto rebosante de energía y lista para conocer las instalaciones de la Universidad de Harvard. Aunque está lejos, no me preocupa, ya que cuento con mi propio coche para facilitar el trayecto.
Al llegar a la amplia cocina, encuentro a Clara preparando el desayuno.
—¡Hola, princesa! —me saluda con cariño.
Miro a mi alrededor, pero Noah no está a la vista. Clara sonríe y añade:
—Tuvo que salir temprano para atender unos asuntos. Dijo que iba a recogerte. Ya tienes tus horarios.
No puedo creer que también tenga actitudes de acosador.
Me siento en un taburete de la isla y tomo una uva verde.
—Nana, ¿no te parece extraño que se comporte así?
Me meto la uva en la boca y comienzo a masticar.
Clara me observa con una mezcla de inquietud y comprensión.
—Entiendo cómo te sientes, pero Noah solo quiere asegurarse de que estés bien —comenta mientras mezcla los huevos en la sartén—. A veces, quienes se preocupan en exceso pueden parecer un poco intensos.
—Sí, pero hay una delgada línea entre cuidar y controlar —le respondo mientras sigo disfrutando de las uvas.
Clara coloca un plato humeante frente a mí, lleno de huevos revueltos y tostadas crujientes. Valoro el gesto, pero mis pensamientos siguen centrados en Noah.
—¿Y si no quiero que me recoja? —pregunto, intentando que mi tono no suene desafiante.
Clara suspira, como si estuviera esperando esta conversación.
—Debes hablar con él, cariño. La comunicación es clave. Si sientes que se está pasando de la raya, es importante que le hagas saber cómo te sientes.
Asiento, aunque no tengo claro cómo abordar el tema. Siempre he sido buena expresando mis pensamientos, pero esta situación es complicada.
—¿Qué tal si hablo con él después de clase? —sugiero, buscando una salida.
—Eso suena bien. Y recuerda, tú controlas tu vida. Nadie debería hacerte sentir incómoda —me dice Clara con una sonrisa, dándome un poco de ánimo.
Después de desayunar, me despido de Clara y me dirijo al coche. El conductor, un hombre de aspecto serio, me abre la puerta y subo. Mientras avanzamos hacia la universidad, miro por la ventana, reflexionando sobre el día que me espera.
Una parte de mí está emocionada por explorar el campus y conocer gente nueva, pero la otra parte se siente inquieta por la presencia de Noah en mi vida. ¿Seré capaz de decirle lo que pienso sin que se lo tome a mal? La incertidumbre me acompaña mientras el paisaje cambia a mi alrededor.
El sol se filtra a través de las hojas de los árboles, creando un juego de luces y sombras en el sendero del campus. Cada paso resuena en mi pecho, y no puedo evitar preguntarme si encontraré el momento adecuado para expresar mis sentimientos. La idea de que Noah pudiera reaccionar mal me llena de ansiedad. No es que me importe demasiado, pero ayer fue… bueno, y al mismo tiempo, sé que debo ser honesta conmigo misma.
Mientras avanzo, recuerdo las veces que compartí risas y secretos con mis mejores amigas. Esos momentos eran mágicos, pero también complicados. La amistad que habíamos construido se había vuelto tan hermosa que ahora, al verme aquí sola en un lugar tan grande, me siento un poco abrumada.
—Debo ser positiva —susurro al aire.
Decido que necesito un lugar tranquilo para ordenar mis pensamientos. Quizás el jardín botánico del campus sea el sitio ideal. La incertidumbre sigue rondando en mi mente, pero al llegar al jardín, la belleza del entorno me deja sin aliento. Los colores vibrantes de las flores contrastan con el gris de mis preocupaciones. Respiro profundamente, intentando calmar mi corazón agitado.
—Es precioso.
—Por supuesto —responde alguien detrás de mí.
Me sobresalto y el joven a mis espaldas se disculpa de inmediato:
—Lo siento, no quería asustarte.
Negué con la cabeza y le sonreí.
—No hay problema, estaba perdida en mis pensamientos.
Su sonrisa es encantadora. Hay una gran diferencia entre ser atractivo y ser guapo. Este chico definitivamente es guapo, aunque no llega a ser atractivo. Sin embargo, sus ojos castaños transmiten que es una buena persona.
—Me llamo Emma —le extiendo la mano.
Él la toma con una sonrisa.
—Un placer, Emma, soy Liam.
—Oye, Li, en serio, me dejaste sola por salir corriendo tras una mujer de la que claramente no te diste cuenta de que está comprometida.
Fruncí el ceño ante su comentario y me di cuenta de que llevaba el enorme anillo que Noah me había puesto. Retiré mi mano rápidamente, deseando desaparecer de la vergüenza. Ahora no solo tendría que hablar con Noah sobre un tema, sino dos.
Liam me miraba con curiosidad.
—Emma, ella es mi mejor amiga, Kelly.
Asentí y ella se acercó para darme un beso en la mejilla.
—Encantada de conocerte, Emma.
—El placer es mío —respondí, intentando recuperar la compostura.
Liam me observaba con una expresión que no podía descifrar, mientras Kelly se acomodaba a su lado. La atmósfera se volvió un poco más tensa a medida que el silencio se instalaba entre nosotros. Miré a mi alrededor, buscando algo que me distrajera de la incomodidad que sentía por lo que dijo Kelly sobre el anillo en mi dedo.
—¿Vienes a menudo a este jardín? —pregunté, intentando romper el hielo.
—Sí, es uno de mis lugares favoritos para desconectar —dijo Liam, con una chispa de entusiasmo en sus ojos—. Hay algo en la naturaleza que siempre me ayuda a encontrar respuestas y sentirme en paz.
Kelly asintió con la cabeza.
—Yo también vengo aquí para pensar. A veces, solo necesito un poco de paz.
Ambos parecían entender lo que pasaba por mi mente, y eso me dio un poco de consuelo.
—¿Eres nueva? —preguntó Kelly, inclinándose hacia mí con interés genuino.
—Sí, de hecho estaba caminando por aquí y… —balbuceé, sintiendo un poco de nervios.
Liam me miró con una expresión comprensiva.
—Bueno, llegaste al lugar correcto, amiga —me dijo Kelly abrazándome—. Te ayudaremos, Emma.
Liam le lanzó una mirada desaprobatoria y ella fingió no entender.
—Déjala, Kel. La estás molestando, mujer —le dijo Liam con firmeza—. Va a pensar que somos extraños.
Negué con la cabeza.
—Es que… —comencé a decir, pero me interrumpí al notar la llegada de otro chico de piel morena con el cabello recogido.
—¡Hey, gente! —me vuelve a ver y me sonríe de medio lado—. ¿Qué es este ratoncito que tenemos aquí?
Liam le lanzó una mirada fulminante.
—Vamos, Emma, no te juntes con ese odioso. Nos vemos.
—¿Pero para dónde van? —interviene Liam—. Ella quiere conocer este lugar.
—Aquí está el falso amigo —dijo, dirigiendo la mirada hacia el atractivo chico moreno.
—Kel, basta, por favor, déjame en paz con eso.
No tenía la menor idea de qué estaban hablando y necesitaba encontrar mis clases. Me solté del abrazo de Kelly y, sonriendo, les dije:
—Nos vemos después —me despedí con la mano.
Sin esperar a que se despidieran, me alejé de allí.
Solo escuché el grito de Kelly:
—Si necesitas ayuda, aquí estaremos.
Asentí, llena de alegría; tal vez había encontrado un par de amigos en este rincón del jardín.
Corrí hacia el aula de ciencias y tecnología y el profesor ya había comenzado la clase. Al entrar, todos los compañeros estaban atentos a la explicación sobre la energía renovable. Me senté rápidamente en mi asiento, intentando no interrumpir. El profesor, con su característico entusiasmo, hablaba sobre los diferentes tipos de energías limpias y su importancia para el futuro del planeta.
Mientras lo escuchaba, me di cuenta de que había olvidado mi cuaderno en casa. Intenté concentrarme en la lección, pero la preocupación de no tener dónde tomar apuntes me distrajo. El profesor, al notar mi inquietud, se acercó y me ofreció una hoja para que pudiera seguir la clase. Agradecida, comencé a anotar los conceptos clave.
Después de unos minutos, el profesor nos pidió que formáramos grupos para discutir cómo podríamos implementar energías renovables en nuestra comunidad. Mi grupo se entusiasmó con la idea y comenzamos a intercambiar ideas sobre la posibilidad de instalar paneles solares en la escuela cercana. La clase se llenó de energía y creatividad, y me sentí motivada por la colaboración de mis compañeros.
Al final de la sesión, el profesor nos dejó una tarea: investigar sobre un tipo de energía renovable y presentar nuestras conclusiones en la próxima clase. Salí del aula con un nuevo sentido de propósito, emocionada por aprender más y contribuir en el futuro.
La clase se pasó volando y, al salir, noté que Liam estaba charlando con el chico de hace un rato. Cuando me vio, me sonrió y levantó la mano para llamarme.
—Emma.
Sonreí y me acerqué a ellos.
—Hola, hermosa —me saludó el moreno—. No tuve la oportunidad de presentarme, soy Keyler.
—Un placer conocerte.
Liam me separó un poco de él y me preguntó:
—¿Cómo te fue?
—Bien, la verdad estoy muy emocionada porque es mi primer día.
Él asintió con la cabeza.
—Si necesitas algo, ya sabes que puedes contar conmigo.
Asentí.
—Gracias.
De repente, Liam y Keyler miraron hacia arriba y sentí unas manos en mis hombros.
—Hola, cariño —lo dice con mucha familiaridad.
Noah me da un beso en la cabeza y eso me provoca un escalofrío. No solemos hacer ese tipo de cosas entre nosotros.
—¡Hey! Chicos, él es… —empecé a temblar.
No tenía idea de qué decir, no éramos ni conocidos, ni amigos, ni novios.
—Soy su prometido, Noah Miller —dice, sin siquiera tomarse la molestia de extenderle la mano.
—¡Vaya! —exclama Keyler, arrugando el entrecejo—. No tenía idea de que esta hermosa dama estuviera comprometida.
—Está bien —responde Liam sin prestarle atención—. Nos vemos mañana, Emma.
Toma a Keyler del cuello de la camisa y lo tira hacia un lado.
—Hasta luego, preciosa —me dice Keyler, mostrando una sonrisa de oreja a oreja.
—Siento que me orinaste los pies —comenté con sarcasmo.
Noah se ríe entre dientes.
—Tuve que hacerlo.
Me gira para mirarlo y estaba muy guapo. Alejo mis pensamientos por ahí y me centro en lo que realmente necesito.
—No —me solté y caminé hacia el auto, donde uno de sus hombres nos sostenía la puerta. Al entrar, me sentí perdida.
—Claro que sí —susurró mientras me abrochaba el cinturón—. Se te comían con los ojos.
Puse los ojos en blanco.
—¿Y eso a ti qué? —le dije malhumorada—. No somos nada.
Noah me lanzó una mirada fulminante.
—Eres mía, Emma.
Se acercó tanto que creí que iba a besarme.
—No —le respondí, desafiándolo.
Sonrió.
—Quiero besarte en este instante.
Me aparté y le lancé una mirada reprochadora.
—Noah, creo que estás actuando extraño, para no decir raro. ¿Qué es lo que realmente quieres de mí? Sabes que no es necesario que vengas a buscarme.
—Quiero hacer esto —me miró con firmeza—. Hay algo en ti que me atrae como una polilla a la luz —esas palabras parecían incomodarlo.
—¿Te gusto?
Sus ojos reflejaban una lucha interna.
—Sí —finalmente admitió—. Y mucho.
Eso lo tenía desconcertado. Yo solo lo miré, sin saber qué más decir.
—Vamos a comer.
Sé la razón por la que le intereso. No he tenido relación con ningún hombre, únicamente le di un beso a un compañero y no he tenido nada más con nadie. ¿Qué siento ante su confesión? También estoy confundida, ya que Noah sabe cómo manipular mis pensamientos y eso no es justo. Me niego a caer en la trampa de su encanto.
Miro a través de la ventanilla del coche y me doy cuenta de que el exterior se está oscureciendo.
Noah me llevó a un lugar hermoso y sofisticado para cenar. Durante ese tiempo, no intercambiamos palabras, simplemente disfrutamos de la compañía mutua. ¿Qué se supone que se debe decir cuando tu prometido confiesa que le gustas? Debería ser algo natural entre dos personas que sienten algo especial el uno por el otro.
***
Cuando vamos de regreso, mi iPhone comienza a vibrar y veo en la pantalla el nombre de mamá.
—Hola —contesto.
—Hola, pequeña —su voz alegre me deja en desventaja, porque se me llenan los ojos de lágrimas—. ¿Cómo estás?
Disimulo para que Noah no se dé cuenta.
—Bien, mamá. Hoy la clase fue muy provechosa. Conocí a tres…
Le cuento que conocí a Liam, Kelly y Keyler, también que estuve en el jardín de la universidad y que es bellísimo, y le fui contando cómo fue mi día.