El jet de papá es muy acogedor; es espacioso, con asientos de cuero y una pequeña habitación para descansar. Después de despegar, me dirigí a la habitación y me tumbé, revisando mi Mac. Tenía correos de la nueva universidad y también mensajes de mis amigas, que se estaban quejando de su entrada a clases.
Sonreí al recordar cuánto las voy a extrañar.
Miré mi iPhone y vi que había un mensaje de un número desconocido:
“En el aeropuerto te esperan tus futuros guardaespaldas; ellos te llevarán al ático y yo llegaré después.”
Sigue siendo un arrogante, incluso por mensajes. Lo dejé en visto y respondí a los otros mensajes de las chicas.
—Emy, ya está listo el sándwich.
Lo bueno de tener a Nana conmigo es que se asegurará de que no me falte la comida.
Salté de la cama y le abrí la puerta, viéndola sonreír; no podía ocultar su emoción por la aventura.
—¿Cómo te sientes, Nana?
Sonrió de oreja a oreja, con ese brillo característico en sus ojos.
—Solo un poco nerviosa, princesa.
—No te preocupes, Nana, todo saldrá bien —le aseguré mientras la conducía hacia el pequeño comedor del jet. La mesa estaba llena de aperitivos, frutas y, por supuesto, el sándwich que había mencionado.
Ella se sentó y comenzó a servirnos.
—¿Has pensado en cómo será tu nueva vida en la universidad? —preguntó mientras cortaba el sándwich.
—Más o menos. Estoy emocionada, pero también un poco asustada. Es un lugar completamente nuevo y no conozco a nadie —le confesé mientras daba un mordisco.
—Eso es normal, cariño. Todas las grandes aventuras comienzan con un poco de miedo —dijo Nana, animándome.
En ese momento, el avión comenzó a estabilizarse y la voz del piloto se escuchó por los altavoces.
—Estamos a punto de alcanzar nuestra altitud de crucero, así que siéntanse libres de moverse por el avión.
Miré por la ventana y vi las nubes esponjosas.
—Es hermoso, ¿verdad? —comenté.
—Sí, lo es. Pero recuerda, lo más importante de este viaje no es solo el destino, sino también las experiencias que vivirás en el camino —respondió ella, mirando hacia afuera con nostalgia.
Sonreí, sintiendo que su sabiduría siempre lograba calmar mis ansias.
—Tienes razón, Nana. Prometo disfrutar cada momento —dije, sintiéndome un poco más tranquila.
Mientras terminábamos de comer, mi mente se llenó de pensamientos sobre los nuevos amigos que haría, las clases que tomaría y las experiencias que viviría. La emoción crecía dentro de mí, aunque el miedo seguía presente.
Después de comer, decidí dar un paseo por el jet para despejarme un poco.
—Voy a explorar un poco —anuncié a Nana mientras me levantaba.
—¡Claro, princesa! No te alejes demasiado y asegúrate de que no te pase nada —me advirtió con una sonrisa.
Sabía que lo decía en broma.
Me dirigí hacia la parte trasera del avión, donde había una pequeña zona de descanso. Allí encontré un sofá y una mesa con algunos libros. Me senté en el sofá y empecé a hojear uno de los libros. Era un manual sobre la universidad, lleno de consejos para nuevos estudiantes.
Mientras leía, no podía evitar pensar en mis amigas. Había prometido mantenerme en contacto, pero sabía que la distancia podría complicar las cosas.
Decidí enviar un mensaje a Olivia:
“¿Qué te parece si hacemos una videollamada esta noche? Quiero enseñarte el ático.”
Justo cuando estaba a punto de enviar el mensaje, el avión comenzó a moverse un poco, como si atravesara algunas turbulencias. Mi corazón se aceleró.
—Todo estará bien, solo es un poco de movimiento —me dije a mí misma, recordando las palabras de Nana.
Regresé a la sala principal, donde ella estaba viendo una película en la pantalla del jet.
—¿Te gustaría ver la película conmigo? —pregunté, sintiendo que necesitaba compañía.
—Por supuesto, cariño. Siempre es más divertido ver películas en buena compañía —respondió mientras me hacía un gesto para que me sentara junto a ella.
Nos acomodamos y pronto nos perdimos en la historia que se desarrollaba en la pantalla. La trama era emocionante y me distraía de los nervios que aún sentía.
Mientras las escenas pasaban, no podía evitar pensar en lo que me esperaba al llegar. Pero por ahora, estaba aquí, disfrutando del momento con Nana y sintiéndome un poco más lista para lo que vendría.
El tiempo pasó volando y, cuando la película terminó, el piloto anunció que estábamos a punto de aterrizar. Mi estómago se revolvió de nervios y emoción.
—Ya casi llegamos —dijo Nana, notando mi inquietud.
—Sí, estoy lista. Estoy lista para comenzar esta nueva aventura —respondí con determinación.
Mientras el avión descendía, miré por la ventana y vi las luces de la ciudad brillando en la oscuridad. Era el comienzo de algo grande, y estaba lista para enfrentar todo lo que viniera.
Los asistentes de la aerolínea nos ayudaron a bajar. Dos hombres vestidos de traje se acercaron para recoger las maletas. Pude ver dos coches que nos esperaban: una camioneta Mercedes Benz negra y otra camioneta Audi. Al llegar, me abrieron la puerta trasera y, al entrar, vi a Miller en todo su esplendor, lo que pareció extraño.
Miré hacia atrás y vi que Nana se dirigía a la otra camioneta; el hombre le abrió la puerta y ella me miró en modo de disculpa.
—Entra —me ordenó.
En ese momento, tuve ganas de cerrar la puerta y marcharme caminando, pero mi lado sensato me impidió hacerlo.
Entré al coche y me senté a su lado. Sin darme tiempo, Noah tomó el cinturón y me lo puso.
—Así está mejor.
Puse los ojos en blanco.
Quisiera saber cuándo había llegado… lo que me llevó a revisar el teléfono y darme cuenta de que hace cuatro horas me había enviado un mensaje, o sea que él también…
—Llegué ayer —contestó mi pensamiento sin que yo se lo preguntara.
—Bien —dije, mirando a través del cristal la ciudad.
—Quise venir yo mismo a recogerte, no quiero que te pase nada después.
—¿En serio? —dije con sarcasmo—. ¿Que la mercancía se dañe?
Se rió.
—Además de eso, no podría dejarte sola —susurró, mirando mis manos; se dio cuenta de que estaba nerviosa. ¡Mierda! Con toda elegancia, tomó una de mis manos y la llevó a sus labios, dándome suaves besos. Por un momento, me quedé perdida en ese gesto, y mi corazón casi se derritió… al ver su sonrisa, le arrebate mi mano.
—No tienes que hacer eso —lo reprendí—. Nadie nos está viendo.
Le sostuve la mirada, pero él mantenía su sonrisa arrogante. Sabía que era un conquistador nato.
Me di por vencida y seguí mirando a través del cristal.
No conocía nada aquí; todo esto era nuevo. Si Noah me lleva en este instante a un lugar apartado y me mantiene encerrada, no sabría cómo escapar. Me arrepentía de no haber aprovechado las veces que Romy me había invitado a venir. Jason, mi cuñado, tiene propiedades y una empresa aquí. ¿Será que cuando venga Romy podría pasar unos días con ellos? Solo espero que sí.
—Emma —dijo mi nombre de una manera tan seductora que lo odié.
—¿Qué? —no quise ser nada amable.
—Quiero intentarlo —su voz salió casi inaudible.
¿Intentarlo?
Veía reflejado mi desconcierto en todo mi rostro y continuó:
—Quiero que intentemos llevarnos bien.
Por un momento pensé que me pediría que fuera su novia.
Asentí.
—Me parece genial —le dije con cautela—. ¿Podríamos ser una especie de amigos?
Sonrió con malicia.
—No —no dudó en responder—. No quiero tu amistad; eso no me interesa. Solo busco tener una buena comunicación y ser menos incómodos.
Lo miré detenidamente, tratando de analizar su propuesta; seguro que estaba tramando algo.
—¿Y qué significa eso? —pregunté, sintiéndome un poco confundida.
—Significa que no quiero que haya tensiones entre nosotros. Quiero que podamos hablar y entendernos sin peleas.
—Pero eso no significa que tengamos que ser amigos —insistí, aunque en mi interior sabía que su propuesta era razonable.
—Exactamente. No amigos, pero tampoco enemigos. Solo dos personas que están en la misma situación y que pueden llevarse bien.
Asentí lentamente, intentando procesar sus palabras. Quizás tenía razón. Después de todo, iba a estar aquí por un tiempo, y no quería que cada interacción entre nosotros fuera tensa.
—Está bien, acepto. Pero, ¿y si decides ser un idiota?
Él se rió, y me sentí un poco más cómoda.
—No prometo que no lo seré, pero haré lo posible por evitarlo.
—Eso es lo que todos dicen —repliqué, sintiéndome un poco más atrevida.
—¿Te has dado cuenta de que eres un desafío? —dijo con una sonrisa, sus ojos brillando con diversión.
—Y tú eres un arrogante.
—Lo sé. Pero también soy encantador —respondió, guiñándome un ojo.
No pude evitar sonreír. A pesar de su actitud, había algo en su forma de ser que resultaba intrigante.
El coche se detuvo frente a un edificio imponente, con luces brillantes y un aire de sofisticación.
—Bienvenida a tu nuevo hogar —anunció Noah mientras salía del coche y me extendía la mano.
Tomé su mano y salí, mirando a mi alrededor con asombro.
—¿Vas a llevarme tú mismo al ático? —pregunté, mirando hacia arriba.
—Sí, es un ático con vistas increíbles. Pero primero, déjame mostrarte el lugar.
Caminamos hacia la entrada, y Noah me explicó un poco sobre el edificio y sus servicios.
—Tendrás acceso a un gimnasio, una piscina y un salón en la azotea. Todo lo que necesitas está aquí.
—¿Y dónde está mi habitación? —pregunté, sintiéndome un poco nerviosa.
—Está en el piso de arriba. Te mostraré.
Subimos en el ascensor y, cuando las puertas se abrieron, me quedé sin aliento.
El ático era impresionante: una sala de estar amplia, decorada con elegancia, y grandes ventanales que ofrecían una vista espectacular de la ciudad.
—Es… increíble —dije, mirando a mi alrededor.
—Te dije que te gustaría. Y hay más: tu habitación está justo aquí.
Me condujo a una habitación iluminada y espaciosa, con una cama king-size y un pequeño balcón.
—No puedo creer que esto lo escogieras tú —murmuré, sintiendo una mezcla de emoción e incredulidad.
—¿Tan mal se ven mis gustos? —hizo un puchero, algo que jamás pensé ver en Miller.
Solté una risita de colegiala y Noah sonrió.
—Me gusta ese sonido.
Me sonrojé con sus palabras.
—Solo debes cuidarlo.
—No te preocupes, seré una inquilina ejemplar —respondí, sintiéndome un poco más relajada.
—Buena elección. Ahora, ¿quieres que te ayude a desempacar o prefieres hacerlo sola?
—Creo que puedo manejarlo —dije con una sonrisa—. Pero gracias.
—Está bien. Si necesitas algo, estaré en la sala de estar —dijo, y empezó a salir de la habitación.
Cuando cerró la puerta, me quedé mirando mi nuevo espacio, sintiendo que este lugar podría convertirse en mi refugio.
Lo que me llevó a preguntarme dónde estará Nana.
Comencé a desempacar mis cosas, organizando mis libros y decoraciones. A medida que lo hacía, no podía evitar pensar en lo que había pasado. Todo ha sido un buen avance, tal vez no todo está perdido.
Después de un rato, decidí que era hora de explorar un poco más el ático y ver si podía encontrar a Clara o al mismo Noah.
Salí de mi habitación y me dirigí a la sala de estar. Allí lo encontré, sentado en el sofá y viendo su Mac.
—¿Te gustaría ver algo juntos? —preguntó, sonriendo al verme.
—No creo —señalé la Mac—. Te veo bastante ocupado.
Asintió.
—Bien —me dijo—. Entonces siéntate aquí.
Me senté junto a él y vi que estaba respondiendo correos, no pude evitar sentir que tal vez, solo tal vez, esta nueva vida podría ser emocionante después de todo a su lado.
Hablamos sobre cómo serían las cosas aquí. Él pasaría una semana al mes conmigo y disfrutaríamos de nuestra relación, como si nos “conociéramos", lo que me tiene más confundida, porque le dejé claro que no era necesario. Luego, regresaría a Canadá. Eso sería durante los primeros años, hasta que nos casáramos. Una vez que terminara mis estudios, él compraría una casa en Canadá y nos mudaríamos allí.
Como era tarde, Clara preparó mi lasaña favorita, nos sirvió a los dos y luego nos dejó solos.
—Esto está bastante bueno —halagó Noah la comida de Clara.
—Sí —estuve de acuerdo.
Nos quedamos un momento en silencio, disfrutando de la compañía.
—Quiero hablarte sobre lo que me propusiste.
Lo miré con el ceño fruncido, sin entender a qué se refería.
—A lo que me dijiste en el rosal —su voz sonó ronca.
Asentí.
Ya lo recuerdo.
—Cuando te pedí que me fueras fiel.
—Lo seré —respondió mientras tomaba un sorbo de vino de su copa—. Con una condición.
Ya sospechaba que esto iba a suceder.
—¿Cuál? —lo miré con desconfianza.
—Que me acompañes como mi novia a todos los eventos a partir de ahora.
Eso no sé si es bueno o malo porque ya van a empezar a conocernos como pareja. Sin embargo, viéndolo de buena manera, es mejor, no me está pidiendo nada fuera de lo normal.
Lo observé detenidamente y no había ninguna mentira en su propuesta.
—Está bien —contesté como si esto fuera un trato—. ¿Dónde firmo?
Sonrió.
—Debería, sí, dejar todo esto por escrito, como un tipo de contrato.
No sabía si estaba bromeando o si lo dijo en serio.
Sonrió con malicia.
—Atrapada, Reynolds. No es necesario.
—Creo que se te olvida que ya tenemos el contrato, solo falta firmarlo.
Él asintió y continuamos cenando en calma, él con sus pensamientos y yo con los míos.
Sentí que por decir eso se sintió molesto, porque su actitud cambió un poco. De seguro odia tanto la idea como yo.
Cuando me disponía a subir a mi habitación, Noah me detuvo, tomó mi mano y me dio un beso en la palma. Ese gesto me tomó por sorpresa.
Dios, ¿por qué tiene que ser tan irresistiblemente atractivo? —supliqué.
—Gracias por esta noche.
Asentí.
—Buenas noches, Noah.
—Buenas noches, Emma.
Así fue como me despedí y me retiré a mi habitación con la cara más roja que un tomate.