Despedida

2259 Palabras
A la mañana siguiente, los rayos del sol se filtraron a través de la amplia ventana, llenando mi habitación de luz y ahuyentando un poco la confusión en mi mente. Me levanté con una mezcla de determinación y nerviosismo. Era consciente de que el día de mi partida se acercaba velozmente, y quería aprovechar cada instante que me quedaba con mi familia. Desayuné en silencio, observando a cada uno de ellos. Era evidente que todos estábamos incómodos. Lukas y su esposa habían pasado la noche aquí, al igual que Romy y Jason. Verlos juntos fue un momento maravilloso que casi me hizo llorar de felicidad. La risa de Susy resonaba en la mesa mientras compartía alguna travesura reciente. La voz de mi madre, siempre tan llena de amor, llenaba el aire con consejos sobre cómo sobrevivir en la gran ciudad y lo que significa estar lejos de casa. Sonreí. —Mamá—dije, armándome de paciencia—, sé que soy joven, pero creo que tú sabes mejor que nadie que no haría ninguna locura estando lejos. —Sí, sí, lo sé, pequeña—me miró con ternura—, solo es un recordatorio. —Gracias, mamá —le guiñé un ojo. —Bueno, esta mesa se está volviendo incómoda—intervino Romy, rompiendo la tensión. Todos soltamos una risa. —Emma, sabes que puedes contar conmigo—dijo mi padre con su voz impasible. Asentí. —Lo sé, papá. —Noah no vivirá contigo, solo te dará el ático donde quedarte. Eso era algo que me atormentaba. —¿Quién tomó esa decisión? Tenía ganas de gritarle un montón de cosas, pero me contuve. Después de todo, solo quedaban unos días aquí. Papá siguió comiendo como si nada. —Yo lo hice. Me quedé paralizada. ¿Él? Jamás imaginé que fuera mi propio padre. —¿Por…por qué? —tartamudeé. —Así no tendrás oportunidad de hacer alguna tontería. Me levanté de golpe y lo miré dolida. —¿De verdad crees que haría algo que pusiera en riesgo este matrimierda? La mirada de mi padre era penetrante. No te rindas, me repetí a mí misma. —Eres joven y no piensas. Mi dolor, papá pudo ver mi sufrimiento en mi rostro. —Si piensas eso, es porque no me conoces —mi voz sonaba herida. —Em—intentó calmarme mamá—, estás siendo irracional. Lukas se levantó de la mesa. —¿Cómo pueden ver esto como algo normal? —dijo molesto—. ¿No se dan cuenta de que esto es una locura? Están enfermos. —No te metas y lárgate de aquí. Mamá se levantó como si tuviera un resorte en el trasero. —Thomas—susurró, como si intentara calmar a un animal enfurecido. —Fuera de aquí—señaló a Lukas—. Y tú, ten la decencia de comportarte y mostrar respeto. Me limpié las lágrimas y di media vuelta, escapando de este circo que duró apenas cinco segundos. —Papá, no deberías ser así con ella—escuché a Romy—. Solo está nerviosa. Salí casi corriendo, con mamá siguiéndome de cerca. Me detuve para mirarla, y ella solo abrió los brazos y susurró: —Recuerda, Em, no importa dónde estés, siempre encontrarás el camino de regreso a casa—su mirada transmitía la sabiduría que solo las madres tienen. Asentí, sintiendo que esas palabras me brindaban un poco de paz. —Todo saldrá bien, cariño—susurró mamá mientras yo lloraba en sus brazos. Después de un desayuno algo caótico, decidí dar un paseo por el Puente Colgante de Capilano. Cruzarlo es una experiencia emocionante y panorámica en medio de la exuberante selva tropical del norte de Vancouver. Quería llevarme un pedazo de mi hogar antes de partir, así que salí con Olivia. —Buddy, tu padre no tiene sentimientos—me dijo mientras disfrutaba de un batido. —Solo le importa su empresa. Se recostó y me miró con compasión. —¿No has considerado que tal vez haya algo más, Bud? Asentí y di un sorbo a mi batido. —Papá ha estado raro últimamente, Buddy. Sus ojos me observaron con curiosidad. —Sabes algo, ¿verdad? Se encogió de hombros. —Mamá y papá discutieron por algo que dijo tu madre. Fruncí el ceño. ¿Discutieron? —¿Escuchaste algo? Negó con la cabeza. —Solo sé que tu padre no está bien. Eso fue como recibir un balde de agua fría. *** —Tienes que ir—lloraba mamá. Pasé junto al despacho de papá y la puerta estaba entreabierta. —Te dije que no, mujer—gruñó papá—. No es nada, Juliette. —Thomas, por favor—mamá continuaba suplicando—. Ve a hacerte un chequeo. *** Recuerdo ese día como si fuera ayer. Algo le sucedió a mi padre, y por eso mamá estaba así de preocupada. —¿Qué hago? —mi voz sonó entrecortada. —Solo vete y trata de ser la mejor esposa. —Livi necesito saber qué le pasa a papá. Tal vez por eso el imbécil de Noah dijo que la empresa estaba en problemas. No, no, no, eso no puede ser. —Mujer, dame la mano y disfrutemos del día, por favor. Apaga esa cabeza un rato y deja de volvernos locas. Dejé el tema por un momento y, mientras caminaba, observaba cada rincón con nostalgia: el parque donde jugaba de niña con Olivia, la librería donde pasaba horas entre libros con ella y el café donde tantas veces compartí risas con mis amigos. Cada paso era un recordatorio de lo que dejaba atrás, pero también de lo que me esperaba. Me prometí averiguar qué estaba pasando. Al regresar a casa, encontré a Clara, mi ama de llaves, en el jardín, cuidando algunas plantas. Su rostro se iluminó al verme. —¿Quieres ayudarme, pequeña? —preguntó con una sonrisa. —Sí—respondí, sintiendo que era una buena manera de pasar tiempo juntas. Mientras trabajábamos en el jardín, me di cuenta de que esos momentos eran especiales. Clara y yo compartíamos risas y anécdotas, y por un instante, la ansiedad sobre lo que sucedía se desvaneció. Ella siempre ha sido mi refugio en tiempos difíciles. —Emma, sé que este es un gran cambio para ti, pero quiero que sepas que siempre estaré aquí—dijo Clara, mirando al horizonte—. Te veré convertirte en la persona que tanto deseas, disfruta en Nueva York y deja atrás todo este caos. Sus palabras me conmovieron. —Gracias, Nana. Eso significa mucho para mí—respondí, sintiendo que, aunque el futuro era incierto, no estaba completamente sola. Al caer la tarde, decidí que era hora de enfrentar mis miedos. Llamé a algunos de mis amigos para organizar una pequeña despedida. Quería compartir mis últimos días aquí con ellos, reír y recordar los buenos momentos. Esa noche, al acostarme, me sentí un poco más ligera. A pesar de la confusión en mi corazón, había algo en mí que comenzaba a aceptar el cambio. Sentía que, aunque el camino sería difícil, había una chispa de emoción en el aire. —Mañana será un nuevo día—me dije, cerrando los ojos, lista para enfrentar lo que viniera. *** A la mañana siguiente, esperaba a mis amigos en la terraza. —¿Quién iba a decir que la pequeña está más tranquila? —dijo mi madre con una gran sonrisa. Me encogí de hombros. —Es algo a lo que debo acostumbrarme, mamá, más con tantas mentiras en el aire—le devolví la sonrisa, aunque falsa. Mi madre frunció el ceño. —Emma Reynolds, ¿qué está pasando? Negué con la cabeza; ¿para qué gastar saliva en algo que no me diría? —Nada. Solo estoy contenta de estar lejos de Noah por un buen tiempo. Ella asintió, pero no parecía convencida. —Te va a visitar—me dijo con cautela, esperando mi reacción—. Espero que… —No, mamá, eso no sucederá. Creo que deberíamos dejar ese tema ya. Además, quería pedirte un gran favor. Miré mis manos nerviosamente; sabía que era algo descabellado. —Lo que sea—me aseguró. Sabía que lo haría realidad. —Me gustaría que Clara me acompañara, al menos durante los dos primeros años. La mirada de mamá cambió de inmediato a una expresión tierna. Sabía por qué le estaba pidiendo a mi Nana. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Solo quería sentir que no estaba sola en un lugar tan grande y, además, ella sabía que tendría que lidiar con Noah. Se acercó a mí y me abrazó, besándome el pelo y susurrando: —Claro que sí, mi pequeña, hablaré con ella. Con eso, me sentí más animada y feliz. —¿Quiénes vienen? —preguntó para cambiar de tema. Me separé de ella y le respondí. —Olivia, Owen y Sofía, ya sabes, el clan. Mamá se rió y volvió a besarme el cabello. —Son un torbellino. —Mamá—exclamé, fingiendo molestia. Estar en sus brazos me recordó a cuando era niña. Caía y corría hacia ella, porque sabía que siempre tendría una solución para mí. En cambio, mi padre era frío; nos ama, pero a su manera. Pero, con Susy, claramente es diferente; ella lo hizo más sensible, y puedo pensar que es por el parecido a mamá. —¡Amaaa! —grita Susy, llegando con escándalo en busca de mamá. —Es mi hora con la nena. Mi hermana tiene nanas para Susy, pero la niña, con apenas tres años, casi cuatro, no quiere que nadie más la cuide que mamá. Romy está de viaje con su esposo de negocios, y cuando eso sucede, Susy se queda con los abuelos, que no pueden evitar sentirse felices. —Buena suerte, mamá. Ella levantó la mano como si no le diera importancia. —Todavía aguanto, cariño. *** Mis amigos llegaron para ayudarme a organizar la despedida, y me rodearon con sonrisas y abrazos que me envolvieron de inmediato. —¡Sorpresa! —gritó Olivia, sosteniendo un gran globo en forma de corazón. —¡Hola, chicas! —respondí, sintiendo cómo la energía positiva de ellas llenaba mi alma. El día transcurrió entre risas, recuerdos y un sinfín de anécdotas. Nos sentamos en el patio, compartiendo historias de nuestra infancia y planeando cómo nos visitaríamos en el futuro. Cada risa resonaba como un eco de los buenos momentos que habíamos vivido. Cuando llegó la tarde, decidimos hacer un ritual de despedida. Nos sentamos en círculo y cada uno compartió un deseo o un consejo para mí. Las palabras de apoyo y cariño me hicieron sentir amada y valorada. —Recuerda que siempre serás parte de nosotros, sin importar la distancia—dijo Owen, el más sensible del grupo, mirándome a los ojos. —Y no te olvides de enviarnos fotos de tus aventuras en Nueva York—añadió Sofía con una sonrisa traviesa. —Ya déjense de tonterías—dijo Olivia, molesta—. No es para siempre, que se va. Además, nosotros iremos a verte las veces que queramos. July nos lo dijo. July, así es como le llaman a mi madre. —Livi, cómo te gusta arruinar los momentos más emotivos. Sofía es la más sensible, además de Owen, pero bueno, ese es otro tema. Los amo; han sido mis mejores amigos desde la infancia. Finalmente, al caer el sol, encendimos unas velas y brindamos por el futuro. Las llamas danzaban suavemente mientras mis amigos levantaban sus copas, y en ese momento, comprendí que, aunque me iba por cuatro años, siempre llevaría un pedazo de ellos en mi corazón. Después de la despedida, fui a la habitación, sintiéndome agradecida por el amor que me rodeaba. La noche se llenó de reflexiones, y mientras miraba las estrellas desde mi ventana, me di cuenta de que cada una de ellas representaba una posibilidad, un sueño por cumplir y una batalla por comenzar. *** Al amanecer del día siguiente, el día de mi partida, el aire estaba impregnado de una mezcla de emoción y tristeza. Mi familia estaba en el salón, y cuando hablo de familia, solo estaban mamá, Romy y Susy. Lukas no se acercó más y papá permanecía en su despacho. Ellas estaban listas para ayudarme con las maletas. La sensación de despedida era palpable, pero también había un aire de esperanza. —Estoy tan orgullosa de ti—dijo mi madre, abrazándome con fuerza—. Recuerda saber cuáles batallas elegir. —Lo sé, mamá. Prometo que seré buena—le respondí, sintiendo la intensidad de ese momento. Con las maletas listas y el corazón lleno de emociones, nos dirigimos al aeropuerto. Cada kilómetro que recorríamos me acercaba más a lo desconocido, pero también a la vida que siempre había soñado. Al llegar, la adrenalina comenzaba a subir. Las despedidas son siempre difíciles, pero sabía que era solo un "hasta luego". Miré a las chicas de mi familia una última vez antes de pasar por el control de seguridad, y en sus ojos vi amor y confianza. —Nos vemos pronto—les dije, mientras mi corazón latía con fuerza y con Nana a mi lado. Con una profunda respiración, di un paso hacia adelante. Estaba lista para enfrentar el nuevo capítulo de mi vida. Sabía que habría desafíos, pero también aventuras y oportunidades esperándome en la gran ciudad. Y así, con la mente llena de sueños y el corazón rebosante de amor, me adentré en mi futuro.
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