Me acurruqué entre las sábanas, anhelando encontrar tranquilidad en la calma de la noche. No obstante, mi mente no dejaba de girar, revisitando una y otra vez aquella imagen. Las emociones se revolvían en mi interior como un torbellino: la confusión, preguntándome quién podría ser el culpable de esas fotografías que me llegaban. Debo encontrar a la persona que me las está enviando. Miré el reloj y noté que quedaban diez minutos para las once de la noche. Tomé mi iPhone y marqué el único número que podría conectar con ese maldito número. —Jefa —susurró, medio dormido—. Qué placer escucharte. Sé que mi comunicación con Luis no es excelente, pero él es la persona adecuada para una situación como esta. —Necesito un favor —expresé con precaución. El silencio llenó el ambiente y alcancé a e