Quemándonos.

1693 Palabras
Annie. Sería una completa mentirosa si digo que no lo vi, porque la verdad es que si, estaba ahí, de pie, con su cabello castaño revuelto y probablemente con los ojos totalmente abiertos, e incluso conociéndolo como lo conozco podría decir que sus manos estaban nerviosas, ellas suelen moverse a un ritmo desquiciante siempre que él se siente nervioso o inquieto por algo, Nathan es una máquina de sentimientos, es incapaz de hacer pasar inadvertido lo que pasa dentro de sí, y puedo saber casi con claridad lo que pensaba mientras estaba allí detrás mío gritando mi nombre como si fuese la única cosa a lo que aferrarse en la vida. Casi como si hubiera podido leer su mente, sé que piensa que me perdió, si, incluso aunque no me tenga, sé que piensa que va a perderme, que después de este viaje ya no voy a volver nunca más, lo conozco tanto que puedo asegurar que cree que me he ido para no regresar, sé que se está viendo solo, y también se, que va a refugiarse en las garras de la arpía de Natalie. Se todo esto, y aunque me duele la gran parte de esa información, la Annie que sabe que nada bueno saldrá de amar a Nathan entiende que esto debe acabarse justo aquí. Para eso existe Bali, ¿No es así? Para sanarse de los amores rotos y jodidos. Mientras estoy en el avión, me recuesto un poco, y a pesar de que había pensado en ver alguna película, no encuentro ninguna que llame del todo mi atención, así que le pido a la azafata que me consiga un trago. -Aquí esta- Me dice con una sonrisa que esta enfundada en un labial rojo carmesí. -Gracias- Sonrió de vuelta mientras ella se marcha. Me bebo el trago de un sorbo y entonces tras sentir el sabor quemar en mi garganta, cierro los ojos, tratando de conciliar el sueño que he estado perdiendo. -¿Un mal día?- Pregunta una voz masculina, sin embargo estoy lo suficientemente cansada como para responder, así que decido evitar al entrometido que está sentado a un puesto de mí. Asiento con la cabeza y agradezco que la persona que se suponía iba a viajar a mi lado no lo hiciera, porque tengo el asiento de la derecha vacío, y nada me gusta más que estar sola en un momento como aquel en el que siento que todo me atormenta mucho más de lo que lo haría en un día cualquiera. -Creo que te seguiré la cuerda, yo también pediré un trago- Sentencia. -Aja- Le digo, la verdad es que no me importa lo que haga, es un completo desconocido al que no pretendo ver nunca más, de hecho no recuerdo haberlo visto sentarse, he estado tan metida en Nathan que se me ha olvidado que hay vida humana a parte de él. -Gracias- Le dice a alguien, espero que eso ponga fin a nuestra pequeña charla, ruego porque no intente conocerme o que no sea uno de esos cincuentones acechando a una presa joven, porque sinceramente, desde el fondo de mi alma, no quiero aguantarme a nadie- Oye, vamos a brindar- El hombre se ha cambiado y ahora está en el asiento justo al lado de mí. ¡Por un demonio, lo que me faltaba! Abro los ojos amargada, y entonces me topo con algo con lo que no pensé encontrarme. -¿Qué no vez que estoy durmiendo?- Le pregunto con fastidio, incluso aunque la imagen delante de mí me ha dado ganas de todo menos de dormir. -No parece que pudieras dormir, aprietas demasiado los ojos- Señala mientras me entrega una copa, tal parece que ha pensado desde el principio en compartir un trago conmigo. -No quiero beber más- Levanto una ceja. -Créeme, sé que lo necesitas…Y yo también. -¿Tu quién diablos crees que eres? Acaso ¿Te conozco de algún lado Buda? - Pregunto con altanería, tratando de alejarlo de mí, sin embargo entre peor le hablo, más placido parece verse a mi lado, cosa que de un modo u otro me asusta un poco. -¿A qué vas a Bali?- Ignora mi pregunta anterior, y prosigue como si nada. -Eso no es problema tuyo- Cruzo los brazos sobre mi pecho y me muerdo el labio para no contarle lo que ha pasado con Nathan. Nathan, Nathan, Nathan, de seguro ha de estar revolcándose con Natalie, debe estar haciendo con ella lo que yo desearía que hiciera conmigo, Nathan me tiene jodida hasta los pies, y este extraño acaba de recordármelo. -Vacacionar- Suelto de sopetón- Voy a vacacionar. -¡Mientes!- Afirma. -Es la verdad, lo he planeado mucho tiempo atrás, merezco unas vacaciones. -Linda, nadie va a Bali a vacaciones, todos vamos buscando algo, mira, casi te puedo apostar que la mujer de allá al frente, va a buscar marido porque siente que de pronto ya se está quedando solterona, y el hombre aquel ¿Lo ves? El de la izquierda, va a encontrarse con su amante en un hotel en la isla, mientras le dice a su esposa que la conferencia de fármacos de la empresa va genial. Me quedo embelesada viéndolo mientras analiza a las personas a su alrededor, y la verdad es que mientras él observa a todos esos pasajeros que me tienen sin cuidado, yo lo observo a él, a los ojos negros que esconde detrás de esas gafas negras, a la barba bien formada que tiene en la mandíbula, a esa nariz respingada y a esos labios delgados que hablan sin cesar. ¡¿Nathan quién?! Yo quiero saber su nombre, quiero que me diga cada mínimo detalle acerca de si, a pesar de haberlo querido apartar en un primer instante, ahora me muero por pasar el resto de las horas de viaje a su lado. -¿Y tú? ¿Por qué vas a Bali? - Lo interrumpo, mientras habla de una familia cuyo matrimonio él cree que van a restaurar en la isla. -¿Como?- Suspira. -Tú, ¿Por qué vas a Bali?,¿cuál es tu motivo? El hombre, de unos treinta años aproximadamente, suspira, se recuesta en el asiento y pone un brazo detrás de su cabeza. ¿Qué no se ha dado cuenta que esa imagen no es buena para la salud mental de cualquiera con ojos dentro del avión? -Mi esposa me ha dejado. -¡No me jodas!- Exclamo, mientras no puedo evitar soltar una carcajada, realmente no sé muy bien de que me rio, pero la verdad es que esto no podría parecer más gracioso de lo que ya es. -Deja de burlarte- Me mira con seriedad, y entonces lo veo fijamente a los ojos por primera vez, son grandes, sus pestañas son espesas y sus cejas son tan azabaches como su cabello. ¿Quién se atrevería a dejar a este bombón? -¿Cuántos años tienes, por que estabas casado tan joven y por qué te dejo tu esposa?- Lo bombardeo, no quiero fingir educación y prudencia haciéndome la que no quiero saber, porque la verdad es que Dios bien sabe que quiero saber todos los detalles escabrosos a cerca de eso. -31, me case porque la amaba, y no quería que otro se me adelantara, y ella me fue infiel. - ¿Qué excusa te dio? - ¿Excusa? -Si, si, ya sabes, eso que la gente dice para tratar de disculparse cuando han hecho algo malo, ¿Qué excusa te dio? -Que se sentía sola, según ella mi trabajo me estaba consumiendo y ella estaba en un segundo plano. -¡Mamadas!- Le digo- Lo iba a hacer tarde o temprano. -Supongo que sí. -¿A qué te dedicas? -Soy médico, cirujano. -Con que un doctor, ¿Eh? - Pregunto con picardía. -Sebastián- El hombre me extiende la mano, y yo no dudo un segundo en aceptarla. -Annie- Digo de vuelta mientras él me sonríe. -¿Y entonces, Annie? ¿Por qué vas a Bali? - Inquiere con una sonrisa, mientras yo me pregunto cómo fue capaz su esposa de serle infiel o de siquiera querer mirar a otro hombre. -Me enamore de mi mejor amigo quien es novio de una zorra- Confieso. -Y yo pensé que el jodido era yo- Se burlo. -¡Oh no! No vas a comparar esto con lo tuyo, lo mío es una minucia, nosotros no estamos casados- Levante una ceja. Sebastián cambio la expresión de su rostro, y entonces supe que algo estaba pasando dentro de sí, así que tratando de hacer a un lado la incomodidad del momento, me levanté del asiento dispuesta a darle un tiempo a solas. -Iré al baño- Asegure sin detenerme mucho tiempo. Al entrar a la cabina del lavabo, solté un suspiro pesado, esto no estaba entre mis planes, debía estar sola, meditar, pensar en los motivos por los que olvidar a Nathan era lo más sensato, no podía dejar que un extraño se metiese en mi viaje, era mi viaje, y no importaba cuan guapo estuviera, necesitaba alejarme de todo por un minuto. Con la cabeza un poco más clara, me eche algo de agua fría en el rostro y arregle un poco mi cabello, tenía un aspecto fatal, las horas faltantes de sueño comenzaban a hacer sus estragos. -¿Y si te ayudo a olvidarlo?- Me preguntó Sebastián mientras me chocaba contra su cuerpo al salir del baño. -¿Como?- Inquirí con la boca seca. -¿Y si nos ayudamos a olvidar? Porque supongo que eso es lo que buscas con venir aquí, eso es lo que quieres, ¿No es así? -Mas que nada- Conteste. Sebastián paso sus dedos por mi mano que estaba muy cerca de mi muslo, y entonces una corriente eléctrica que exigía más se apodero de mi cuerpo. -A eso fue que vinimos a Bali- El hombre halo de mi mano hasta estar nuevamente dentro del baño, cerró la puerta con seguro, se quitó las gafas, y entonces comenzó a besarme como nadie me había besado nunca jamás en la vida. De repente mis argumentos no me parecían tan valederos, el hecho de que era un completo extraño ya no parecía tan malo, involucrarlo en mi vida, o por lo menos en mi viaje, no sonaba como una idea tan pésima, no me importaba que fuera casi diez años mayor que yo, o que eso que estaba pasando fuera producto del dolor. Sebastián no era Nathan, y solo eso hacía que todo fuera menos malo.  
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