Decisiones.

1453 Palabras
  Nathan. Y aquí estaba, volviendo nuevamente al lugar del que me había marchado hacia tan solo un par de minutos, la casa de Annie me había parecido más lejos que cuando la había abandonado antes, o quizá tan solo se trataba del sudor en mis manos que me indicaba que estaba nervioso, ¡j***r! Yo estaba nervioso, y era algo tan jodido poder aceptarlo. Porque se trataba de ella, se trataba de que por más que lo evadía había algo que me impedía apartarme al cien por ciento de esa chica, como si por alguna extraña jugarreta de la vida realmente estuviéramos destinados a permanecer unidos, a pesar de todo, a pesar de Natalie, de los problemas y lo jodidos que estábamos en general. Annie no era una mujer de sentimientos, Annie no era la clase de chica que te pide que te quedes y te prepara chocolate caliente, ella lo deja todo en tus manos, con ella es todo o nada, y aunque no había querido aceptarlo la verdad es que tal vez si estoy dispuesto a darle el todo que ella se merece, sin  importar si esto se va al demonio, sin importar si mañana todo se termina y entonces debo estar por ahí lamentando no solo el fin de la mujer de mi vida, si no de mi amiga incondicional. Mientras camino no puedo evitar hacer suposiciones en mi cabeza, imagino cómo será el momento siguiente, como será cuando le diga que sí, que está bien, que vamos adelante y que ya veremos que se nos atraviesa en el camino, no puedo evitar pensar en sus ojos, o en sus mejillas sonrosadas sonriéndome y exclamando un gran ¡Si! No puedo esperar, y necesito verla de inmediato. Al subir las escaleras, toco la puerta en el apartamento de Annie, sin embargo se siente totalmente vacío, no hay pasos caminando hacia la entrada, o llaves sonando en el recibidor, parece vacío, y aquello hace que el corazón comience a latirme a mil por hora. Eso es lo que ella genera en mí, ese desequilibrio desenfrenado de emociones que bailan en un vaivén que yo ni siquiera había conocido hasta que ella había aparecido en mi vida. Espero un par de minutos más, y todo permanece de la misma manera, imperturbable, y aburrido, y aquello no me gusta, yo quiero escuchar su voz chillona, quiero escucharla reñirme por levantarla de su siesta, o algo parecido, al fin y al cabo la chica parece un oso de hibernación, duerme todo el día. Tras pasar los minutos, llamo a su teléfono, el cual timbra pero nadie contesta, la idea de que tal vez se fue se me cruza por la cabeza, aunque en realidad ella no tenía a donde ir, o con quien, este es el único sitio que tiene Annie en la ciudad a parte de mi departamento, y eso me frustra un poco, encontrar a alguien cuando no sabes donde buscarla es algo realmente complicado. -Eh amigo- Llamo al hombre de seguridad que los del edifico han contratado para que vigile la zona. -Si, dígame- Contesta con formalidad. -¿No ha visto a una chica pasar? Mediana altura, bonita- Pregunte, esperando que mi descripción fuera la adecuada. -¿Cabello largo? -Si. -Si la he visto, bajo del edifico hace un rato y tomo un taxi. -¿No sabe a dónde iba?- Se que la pregunta es estúpida, tengo claro que ni en un millón de años Annie se iba a detener a decirle al hombre de seguridad a donde era que se dirigía, es absurdo, y sin embargo la estoy haciendo. -No, en realidad …Aunque- El hombre hace una pausa, y parece que estuviera buscando algo importante en su cabeza. -¿Aunque…?- Lo insto. -Llevaba un par de maletas. -¿De viaje? -No sé si eran de viaje, pero eran maletas, llevaba dos si no me equivoco. -Bien, gracias- Tomo un taxi y le pido que me lleve de inmediato al aeropuerto, necesito encontrarla, si es que acaso esta allá, Annie le tiene miedo a los autobuses, así que descarto la terminal de trasporte de una vez, la única opción es el aeropuerto internacional, no veo donde más podría estar, y realmente espero poder toparme con ella antes de que cometa una locura. Y es que conociéndola sé que es capaz de viajar a la india con tal de no verme, sé que lo haría, porque la conozco como a la palma de mi mano, tengo certeza de sus arrebatos, a menudo puedo saber con seguridad cual va a ser su próximo movimiento, se cuándo está pensando en huir, se dé ante mano, que prefiere huir antes de sentirse abandonada por mí. El problema es que yo no pienso abandonarla, no quiero dejarla, ni hoy, ni nunca, no lo quiero hacer y solo quisiera que ella alcanzara a comprender aquello, sin embargo y mientras encuentro la forma de hacérselo saber, p**o el taxi, me bajo del auto y entro corriendo al lugar. Hay demasiadas personas para ser tan tarde, hay gente aquí y allá, yendo de derecha a izquierda y viceversa, busco en medio de todos los rostros el de Annie, busco su silueta, que se me de memoria, y justo cuando estoy por rendirme, veo la chaqueta preferida de Annie, una beisbolera vieja en color crema que le he regalado hace ya mucho tiempo. Esta por entrar a la sala de abordaje, así que como sé que no voy a alcanzarla antes de que cruce la puerta, comienzo a llamarla. -¡Annie!- Le grito repetidamente, pero ella no me oye, o pretende no hacerlo, no sé cuál de las dos es la opción correcta, pero sea lo que sea, ella ha entrado a la sala, y ya no puedo alcanzarla. -Señorita, necesito un boleto- Le digo con desesperación a la mujer en registro y tiquetes. -Claro que sí, indíqueme el lugar de destino, el día en que prefiere viajar, y con gusto le asignare un cupo- Dijo ella. -Ya, necesito un vuelo inmediato. -Indíqueme su destino y le asignare un asiento- Reitero. Me quedo en blanco ante la pregunta de ella, no sé qué decirle, no puedo simplemente indicarle la sala a la que Annie ha entrado y decirle que un vuelo a ese mismo lugar, sería absurdo y totalmente ridículo, sería la cereza del pastel que ha sido esta noche, y lo que menos quiero es asustar a la mujer que aun aguarda por mi respuesta. -Indíqueme su destino- Vuelve a pronunciar, parece que está perdiendo la paciencia. -Déjelo así- Me rindo, no sé a dónde va, y no puedo adivinarlo. Me alejo del lugar y entonces siento como las personas caminan a mi alrededor, algunas de ellas chocan contra mí y ni siquiera se dan cuenta, simplemente están buscando llegar a su destino, lo mismo que yo había esperado hacer esta noche, incluso y a pesar de que Natalie aun estuviese durmiendo plácidamente en mi cama. Pero Annie cambio absolutamente todo el plan, Annie se fue sin decir adiós, y sin importarle absolutamente nadie más, y no la culpo, al fin y al cabo ella es así, siempre ha sido así, el equivocado soy yo, que creía que por una vez ella se iba a quedar, que por una vez iba a dejar de correr y se iba a detener en el camino exclusivamente por mí. Había sido muy arrogante al pensar que ella me iba a esperar, muy arrogante y muy estúpido, sabía quién era Annie, sabia como manejaba su vida, y sin embargo ahí estaba, viendo a través de un cristal a una persona que no sabía que yo estaba ahí corriendo tras de ella.  Sentía como ese vacío se instalaba en mi pecho, como esa sensación volvía nuevamente a mí, esa que aparecía cuando ella no estaba, cuando se alejaba, la diferencia entre esta vez y las anteriores, era que en esta premonición ella se iba para no volver, se acababa definitivamente. Con todo eso en mi pecho, salí del aeropuerto y fui directo a casa. -¿Natalie?- Le susurre a la chica en cuando llegue al departamento y entre a mi habitación- Nati- insistí. -¿Dónde estabas?- Me pregunto con la voz pastosa y los ojos cerrados. -Perdiendo el tiempo- Asegure mientras revisaba el reloj en mi muñeca que indicaba que estaban próximas a ser las cuatro de la mañana. -¿Qué quieres decir con eso?- Ella se rasco los ojos adormilados. -Nati, cásate conmigo- Le pedí, la verdad era que ella era la única que se iba a quedar ahí, con Natalie todo era más sencillo, Natalie no iba a salir corriendo cada vez que peleásemos, ya era hora de ponerle orden a mi vida. -¿Qué has dicho? -Que te cases conmigo- Volví a decir mientras le acariciaba el brazo desnudo- ¿Qué dices? Seamos marido y mujer…    
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