Entra en mí con fuerza y clavo mis uñas cortas en su espalda. Jadeo y sus labios se ponen sobre los míos. Era la segunda vez que lo hacíamos y lo había echado de menos. Su pesada respiración, su pelo revuelto, sus besos, su toque, la ropa tirada por mi pequeña habitación... No tenía nada con él. Ninguna relación amorosa. No hablábamos todos los días. Mucho menos nos veíamos. Éramos amigos con derecho. Y nos respetábamos el uno al otro. O por lo menos eso creía, claro. — Estoy llegando —me informa—. Maldita sea, cariño, dime que llegas ya. — Aún no. Y bueno, no siempre los chicos hacían llegar primero a las chicas. Por primera vez desde que nos conocemos, me he atrevido a hacerle sexo oral. Había tenido que separarme porque "Lía, nena, como sigas así voy a correrme ya". Él sale d

