Fadyx Mayken La mano me tiembla, y no es por debilidad ni por miedo. Es el desconcierto, el asombro brutal de ver a ambas entubadas, frágiles, expuestas. No me asusta que estén así por mi culpa. Lo que realmente me rompe es pensar que, posiblemente, fui yo quien lo provocó... y lo peor: que lo hice sin tener el más mínimo control sobre mí misma. Esa idea me carcome por dentro, como una espina en la garganta que no puedo tragar ni escupir. — ¿Qué pasó? — pregunta el señor Edme, con la voz seca, exigente. El agente de seguridad cambia de cámara con rapidez, y en la pantalla reaparece ese momento: Mara, acorralándome, presionándome sin escrúpulos, como si estuviera marcando su territorio. Habla con claridad, dejando en evidencia su intención de mudarse con nosotros, como si esa decisión le