Mael Lennox
La oficina está silenciosa, iluminada solo por la tenue luz que entra por las ventanas cerradas con persianas. El aire acondicionado murmura de fondo mientras el ambiente se siente tenso. Él está sentado frente al escritorio, con los dedos cruzados y la mandíbula apretada. Su hermano, de pie, lo observa desde el otro extremo de la habitación con los brazos cruzados y la mirada inquisitiva.
Hace apenas unos minutos, él había terminado de hablar con ella. Había recibido la ubicación en su celular, y aunque ella no dijo mucho, fue suficiente para que sus alarmas internas se activaran. Sin perder tiempo, dio la orden de enviar un vigilante a seguirla. Ahora, con esa información en su poder, gira hacia su hermano y pregunta con voz directa dónde está ella.
Él no responde enseguid
