Miro hacia atrás, esperando ver mi exoesqueleto siguiéndome, pero no hay rastro de él. Solo el leve zumbido de mi anillo vibrando me confirma que acata mis órdenes en silencio. Este lugar parece abandonado hace tiempo; su estructura tiene una forma extraña, como si la hubieran forzado a deformarse con el paso de los años. Las paredes lucen desgastadas, agrietadas por la humedad y el tiempo, y las puertas, algunas colgando de sus bisagras, están entreabiertas, lo suficiente como para permitirme pasar sin esfuerzo. Agudizo mis sentidos. El silencio es espeso, casi irreal, pero no percibo peligro inmediato. El aire aquí es más denso, más oscuro, como si la luz hubiera sido arrancada del lugar. La única claridad que entra se cuela a través de grietas en las paredes o de rendijas torcidas en e