Dymitri despertó y se encuentra estable, ya en su habitación, al igual que Chiara. No la he dejado sola desde que la subieron a planta y ahora estoy ayudándola a comer, aunque me ha dicho mil veces que puede sola. — ¿Puedes dejar de ser tan cabezota, por favor? —Tengo la cuchara llena de sopa preparada para meterla en su boca y ella ni siquiera puede girar el cuello porque aún tiene el collarín. — Yo puedo hacerlo sola, Mark. — Apuesto que sí, pero abre la boca de una vez. A regañadientes, abre la boca y meto la cuchara en ella. — ¿Ha sido difícil? — Está fría —se queja. — Normal, llevaba con la cuchara fuera del plato cinco minutos. — Qué exagerado eres. Ruedo los ojos y vuelvo a coger otra cucharada de sopa y soplo un poco para que no se queme. — ¿Seguro que mañana me da

