Marcus Hoy no ha venido a trabajar mi cocinero, me ha llamado para decirme que tiene a su madre enferma y que se iba a tomar el día libre. Perfecto. Me toca improvisar y hacer como que sé hacer los platos de la carta. Menudo coñazo de día me espera. Aquí todo el mundo es simpático y te trata como si fuerais familia, desde el mismo instante en el que llegué sentí como una parte del peso que llevaba sobre mis hombros se evaporaba. Ya no volvería a ser el Marcus desalmado que fui, podía reinventarme, convertirme en lo que quisiera y así decidí montar mi propio bar. No es un mundo del que no sepa nada. En Verona dirigía muchos y aunque servían para limpiar dinero, también eran rentables. Salgo de la cocina. Necesito dejar los fogones durante un rato. No me espero lo que me encuentro. Mía