Dibujo con sanguina y arrugo la nariz ladeando un poco la cabeza. Retoco los dedos de las manos del hombre al que estoy pintando y quito de mi rostro un mechón de pelo que se escapa de mi moño mal hecho. Suspiro pesadamente y miro hacia mi cama recordando como Elliot se había levantado ahí hace unos días, ambos abrazados. Vuelvo a mirar el lienzo y junto mis labios en una fina línea cuando llaman a la puerta. La cabeza de Nicole aparece y observo sus labios pintados de morado. — Hay alguien en la puerta que pregunta por ti. — ¿Quién? — No lo sé —se encoge de hombros y cierra la puerta. La convivencia era buena excepto cuando Martin invitaba a alguna chica a casa y yo tenía que dar golpes en la pared para que bajara la voz, también para que separara su capa de la pared y no la golpear