Golpeo el volante al ritmo de Florence and the machine. Ha pasado un día y medio desde que Ryan se fue de mi habitación y no me ha hablado, así que, intento no pensar mucho en eso y lo catalogo como polvo de una noche.
Frunzo el ceño cuando escucho un ruido y apago la radio. Estoy en medio de la carretera y lo que menos quiero es que el coche tenga una avería justo cuando he decidido coger dos días libres para ir a ver a mamá.
Pongo las luces de emergencia y paro en el arcén mientras disminuyo la velocidad. Giro la llave para parar el motor y todo se queda en silencio, vuelvo a encenderlo y el ruido empieza de nuevo. Apago de nuevo y me quito el cinturón para coger de detrás del asiento el chaleco reflectante. Me lo pongo y con cuidado, salgo del coche. Voy a la parte del capó y miro debajo del coche para ver que el coche está echando... ¿Agua?
Alzo mis cejas sin tener idea de qué pasa y me recojo el pelo en una coleta debido al viento. Rodeo el coche por la parte del quitamiedos y abro el maletero para sacar los triángulos, esos que nunca he utilizado. Cojo uno y empiezo a hacer memoria mientras averiguo como se abre. ¿Eran cincuenta metros? ¿Cómo sé cuánto son cincuenta metros? ¿Doy pasos largos o cortos?
Gruño y muevo con insistencia el triángulo.
— ¡j***r!
¿Por qué ahora?
Escucho un coche cerca de mí y miro hacia atrás para ver que es un coche de Policía. Cuando creo que no puedo tener más mala suerte, veo que están montados Batman y Robin.
Dejo escapar de mis labios un largo y pesado suspiro cuando veo a esos dos hombres de calendario caliente bajarse del coche, luciendo ese uniforme que me hace fantasear.
— O no te veo, o estás en mi día a día —sonríe Adam.
— Créeme, pienso lo mismo.
Ellos se acercan y tengo que mirar hacia arriba para ver los ojos de esos dos chicos.
— ¿Qué ha pasado? —Pregunta Ryan.
— Ha hecho un ruido muy extraño y creo que pierde agua o algo.
Ryan rodea el coche y lo sigo mientras Adam va al coche patrulla. Se agacha y lamo mis labios, ni siquiera he llamado a la grúa. El chico con lo que había pasado una buena noche abre la puerta y arranca el coche para escuchar el ruido.
— ¿Has llamado a la grúa? —Me pregunta Adam con un chaleco reflectante ya puesto.
— No me ha dado tiempo.
Abro la puerta del copiloto y cojo de mi bolso el móvil para buscar el número del seguro.
— ¿Dónde ibas? —Pregunta el pelinegro saliendo del coche.
— A ver a mi madre a Chicago.
— Es un largo camino para este coche.
— Ya me he dado cuenta.
Llamo al seguro y cuando consigo explicar qué ha pasado y dónde estoy, cuelgo.
— Tardará un rato.
— Nos quedaremos hasta que podamos —Ryan se apoya en el capó del coche y se cruza de brazos.
— No hace falta, pondré los triángulos y me quedaré detrás del quitamiedos —muevo mi mano con desdén. No hace falta que ellos se queden, es lo que menos quiero ahora.
— Esperaremos —dice Adam.
Por suerte, no pasan muchos coches, pero me pongo detrás del quitamiedos con ellos.
— Adam —él me mira—, siento lo del otro día, no quise decir eso, ni ser estúpida. Es solo que…
— No te preocupes, todo el mundo se levanta con el pie izquierdo —me sonríe abiertamente y quiero decirle que no me levanté con el pie izquierdo.
Tuve una noche de sexo increíble con Ryan, pero cuando me levanté, todos los chicos estaban allí de nuevo. No me enfadó eso, sino Giselle diciéndome que follo mal porque Ryan se había ido antes de que yo despertara. La risa de los chicos me había molestado de sobremanera, por lo que había puesto mis manos en los hombros de Jared —que estaba serio, como siempre— y le había preguntado que por qué estaba allí. ¿Le interesaba Giselle? ¿Jenna? ¿Por qué aún el chico tatuado acompañaba a sus amigos para ver a las chicas? Su respuesta había sido: “no vengo a verte a ti”.
— No me has llamado —dice Ryan, lo miro y frunzo el ceño. Adam también me mira divertido y no voy a dejar intimidarme por ellos dos porque tengan ganas de reírse.
— ¿Debería haberlo hecho?
Adam se ríe y Ryan sonríe abiertamente ante mi respuesta.
— No siempre es el chico el que llama a la chica.
Estoy más chapada a la antigua —me encojo de hombros.
— ¿Sí? No se notó el otro día.
Le doy un golpe en el brazo haciendo que él suelte una carcajada.
¿Le estás pegando a una autoridad?
— Pegarle a una autoridad es un delito muy grave —alza sus cejas y una sonrisa pícara aparece en su rostro, como la que tiene su compañero ahora mismo. Ruedo los ojos y me cruzo de brazos no queriendo entrar al juego.
Pegarle a una autoridad en un delito muy grave —dice Ryan.
No te quejaste en la cama —le respondo.
¿Lo relleno?
— ¿Qué?
— Que si relleno el uniforme a tu gusto.
Adam comienza a reírse a carcajadas y yo siento como mis mejillas comienzan a calentarse.
— No seas idiota —respondo cruzándome de brazos y mirando a otro lado.
— Dijiste que los hombres con uniforme te alegraban la vista, ¿no te la alegramos? —Ryan se pone al lado de Adam y les saco la lengua.
— ¿Eso es cierto? —Pregunta Adam— Si lo llego a saber te hubiera presentado a más policías.
— Creo que conmigo tiene suficiente por ahora —dice Ryan sin quitarme la vista de encima—. ¿No?
— Nunca es suficiente, además, me estoy sintiendo un poco acosada con esta conversación, no os conviene que hable y cree un movimiento contra vosotros.
Eso sí que les hace reír y me cruzo de brazos intentando no reírme yo también. Estoy de broma, obviamente, solo que a veces, no sé cómo salir de situaciones incómodas como la que estoy viviendo. Dos policías calientes teniendo una conversación conmigo que no incluye a mi coche averiado. La verdad es que estoy preocupada porque quizás el coche no tenga arreglo y haya muerto. Si mi coche ha muerto, voy a tener que volver a coger el transporte público y es lo que menos quiero. No me juzguéis, un coche es muy cómodo. Sales de casa a la hora que quieres y no una hora antes por si el autobús te deja tirada; además, ya me veía pagando un Uber para volver a casa después de trabajar en el club.
— Sabemos que no te caemos muy bien —empieza a decir Adam.
— Habla por ti —Ryan se cruza de brazos.
— Me refiero a Jared y Jason —lo mira y después su vista se fija en mí— No entiendo el por qué. ¿Crees que te estamos robando a tus amigas?
Frunzo el ceño y me cruzo de brazos porque no es eso. O eso creo, claro. Simplemente he conocido a un grupo de chicos que ha invadido mi casa, mi sofá y se bebe mi cerveza.
— Yo no soy muy sociable —digo—, y habéis invadido mi casa de un día a otro. Me da igual que salgáis con alguna de mis amigas, pero me molesta que ellas intenten meterme en el grupo cuando se ve que no estoy realmente interesada en ello.
— ¿No quieres salir con nosotros?
— No tengo porqué veros todos los días y, últimamente, no dejo de veros.
Ryan alza las cejas y mira a Adam. No puedo descifrar su mirada, pero sé, que no debería haber dicho todo eso. He sido una antipática y me estoy ganando a pulso que me odien, pero a estas alturas de la vida, me da igual.
— Te molestamos —dice.
— No he dicho eso.
— Creo que es lo que has dado a entender —dice esta vez Ryan.
— No me caes mal, Adam, es más, Jason y tú sois geniales, pero es que Jared… —Hago una mueca— Es difícil de digerir.
— Como tú —me ataca su amigo y ruedo los ojos.
La grúa se pone delante de mi coche y suspiro con alivio porque estaba deseando dejar esta conversación. No soy muy buena con las palabras y lo acabo de demostrar en este momento.
Mi coche ha muerto y papá está buscándome otro. Mamá está decepcionada porque no puedo ir a verla, aunque ya estoy buscando algún billete de avión que pueda permitirme, aunque seguramente, mamá terminará pagándomelo para que vaya.
Voy andando sola al gym porque Sarah tiene que hacer un trabajo y no voy a desperdiciar el dinero que he pagado por apuntarme. Mi móvil vibra en mi mano —ya que voy escuchando música—, y veo que es un mensaje de Patrick.
Si pretendes que deje a mi novia por tu amistad, no lo haré.
Miro la pantalla sin entender nada y no le contesto porque sé que voy a acordarme de toda su familia y ellos no tienen nada que ver con las decisiones de su hijo. Estoy tan enfadada que hacer ejercicio me viene bien para quemar adrenalina. Corro en la cinta y me quito la sudadera porque sobra. La temperatura del gimnasio es adecuada y estoy sudando.
Por primera vez, voy a utilizar las bandas elásticas. Ian me enseña cómo y tiene que dejarme sola porque lo llaman. Tiro de las bandas como si fueran los brazos de Patrick. No entiendo cómo puede ser tan idiota, no le he hecho absolutamente nada y se comporta mal, muy mal. Hace muchos años que somos amigos, y a decir verdad, es el único amigo varón que tengo. No se me da bien relacionarme con el sexo masculino para tener una amistad, así que, duele.
Siento la rabia recorrer todo mi cuerpo y tiro de las bandas, intentando retroceder. Alguien se pone detrás de mí y unas manos tatuadas que conozco se ponen encima de las mías. Él tira y nuestros cuerpos se desplazan hacia atrás.
— Tienes poca fuerza —susurra Jared en mi oído. Un escalofrío recorre toda mi columna y carraspeo para aclararme la garganta.
— Aunque no te lo creas tengo más fuerza en las piernas —digo con la voz agitada.
Jared deja de hacer fuerza y su cuerpo empuja al mío hacia delante, sin separarse de mí. Miro a mis lados viendo sus brazos tatuados y lamo mis labios porque está cerca, muy cerca, demasiado. Su pecho está pegado a mi espalda y mi trasero está dando contra su pelvis cada vez que nos movemos.
— Se te ve enfadada.
— Lo estoy.
Tira de las bandas elásticas y volvemos a echarnos hacia atrás. Sus manos están apretando las mías, haciéndome un poco de daño, pero no me molesta. Es más, está poniéndome caliente y no sé cómo manejarlo.
— ¿Puedo saber por qué? —Su voz ronca en mi oído y su cuerpo pegado al mío hace que mis piernas se debiliten.
— Cosas de chicas.
— ¿Cosas de chicas? —Ríe entre dientes y dejo escapar aire porque su calor me invade. Él empuja mi cuerpo de nuevo hacia delante y jadeo porque lo hace más
— Patrick ha sido idiota conmigo —digo.
— ¿Y necesitas desahogarte en el gimnasio?
— Eso es.
Vuelve a tirar hacia atrás y mis piernas se mueven al ritmo de las suyas. Choco con su cuerpo y un suspiro tembloroso se escapa de mis labios.
— No creo que él se merezca que estés enfadada.
— Era mi amigo.
Jared empuja mi cuerpo hacia delante y junto mis labios en una fina línea para no volver a jadear. Sus manos se quitan lentamente de las mías y dejo caer mis brazos, soltando las bandas y dejando que caigan al suelo. Cierro y abro mis dedos y me giro para ver a Jared, que está mirándome.
— ¿Y Sarah?
— ¿Y Adam? —Observo como de bien le queda esa camiseta ajustada y vuelvo de nuevo mi vista a sus ojos—. Pensaba que ibais a todos lados juntos.
— No todo lo hacemos juntos, Grace —responde sonriendo de lado y lo empujo al ver una sonrisa traviesa cruzando su rostro.
— ¿Acabas de llegar?
— No, llevo un rato levantando pesas viendo cómo intentabas tirar de las bandas.
— ¿Y has decidido venir a ayudarme?
— He decidido venir para demostrarte que esto no es lo tuyo.
— Ten cuidado con la simpatía que derrochas, Jared, no vayas a resbalarte —me giro dispuesta ir a las duchas.
— Te digo lo mismo, Grace —alza la voz y ruedo los ojos.
Necesito una ducha de agua fría, muy fría. Ese chico ha conseguido ponerme caliente y cuando me meto bajo el chorro de agua, paso la mano por mi rostro porque no debería haberme puesto así. No hace mucho tiempo que estuve en un momento candente con Ryan y estoy satisfecha. Vale, Jared es sexy, caliente, alto, musculoso y sus tatuajes le dan un aire de chico malo que enamora a cualquier chica.
Pero yo no soy cualquier chica.
Salgo del gimnasio y para mi sorpresa, Jared está en la puerta con las manos metidas en sus bolsillos.
— ¡Cuánto has tardado! —Se queja.
— No sabía que estabas esperándome —lo miro confusa.
— Vamos, me ha dado tiempo hasta traer el coche —señala su coche en doble fila.
— No, gracias, me voy en bus.
— No seas tonta, te llevo —me hace una seña y no me queda más remedio que seguirlo porque parece que me estoy haciendo la dura cuando lo único que quiero es no molestar.
Después de la conversación con Adam, he decidido intentar ser más simpática y más agradable con aquellos chicos que se han metido en mi vida sin previo aviso. Estoy intentando dejar de ser Grace la amargada.
— No tienes por qué hacerlo —le digo entrando en el coche y cerrando la puerta.
— Adam me ha contado que tu coche ha muerto.
— Sí, es normal, era muy viejo.
— ¿Dónde ibas?
— A ver a mi madre —me pongo el cinturón—. Vive en Chicago.
— Es un largo camino.
— Me gusta conducir. Hoy estás muy hablador —observo.
Jared me mira con una ceja alzada y lamo mis labios porque su mirada seria ha vuelto. No dice una palabra y me atrevo a hablar.
— Era una broma, puedes seguir hablando —pero no lo hace.
La tensión e incomodidad en el coche es palpable y no entiendo por qué él se comporta de esa manera. ¿Es sólo conmigo? Estoy intentando ser agradable y Jared no me lo está poniendo nada fácil.
— Después os quejáis que yo soy la antipática.
— Yo no he dicho nada de eso.
— ¿No crees que sea antipática? —Le pregunto con especial interés y con una sonrisa en mi rostro.
— Tampoco he dicho que no lo piense.
Ruedo los ojos y miro por la ventana mientras la sonrisa desaparece. Por suerte, el gimnasio no está muy lejos de casa y no queda nada para llegar. Si no le caigo bien, no entiendo por qué se ha acercado a mí en el gimnasio y me ha puesto así de caliente, aunque imagino que no era su intención, así que… ¿Cuál era?
Jared para frente a mi portal y abro la puerta.
— Gracias.
— Adiós, Grace.
Cierro la puerta y lo imito con burla: — Adiós Grace —bufo—, amargado.