La mañana llegó rápidamente para casi todos, menos para Michael que había dormido muy poco y que ya no podía más con el sueño. Fue temblando a servirse otra taza de café, porque se sentía en verdad cansado. La señora Lola llegaba a su puesto de recepción en el piso de Michael y la atrevida de Kate, salió de la habitación donde se había quedado a dormir, estirándose como gato y colocándose su chamarra. Lola la vio, y sospechó lo peor. —¿Tú, aquí, Kate? —le preguntó a Kate, cuando ya estaba cerca de la recepción. —¿Eh? ¡Uy, sí! ¡Yo mera!... ¡Pasé la noche aquí, con Michael, si sabes a lo que me refiero! —respondió guiñando y burlándose por dentro. La señora Lola no podía ni creerlo. Se quedó con la boca abierta y no le dijo nada más a Kate, viéndola alejarse triunfante. —¡No puedo

