Cuando James abrió la puerta de la oficina de la Dra. Clara, no sospechaba lo que vería, ya que la Dra. Clara trabajaba con las luces encendidas siempre, pero esta vez lo que hacía no era trabajo. Ahí estaba recostada en la camilla, con las piernas abiertas y un camillero arrodillado ante ella, sirviéndole placenteramente con su boca. Incluso, para James, quien tenía fama de seductor y casanova, ¡eso que veía era demasiado! JAMES: ¡Santo Dios! ¡Clara! ¿Qué estás haciendo? DRA. CLARA: ¡James! ¿Qué haces aquí? No sé de qué te asombras, dudo que no lo hayas hecho nunca… Gracias Rodrigo, por favor, déjanos solos… JAMES: ¡Santo Dios! ¡Él es sólo un estudiante! ¡Todavía ni se ha de graduar de la carrera! DRA. CLARA: Lo sé… soy su tutora… sólo nos entendemos para que el chico logre aprobar