Al volver el martes como estaba estipulado desde antes de mi viaje a Río de Janeiro, y desafiándolo todavía más si acaso eso era posible, me dirigí a la oficina de Dante muy sonriente y con el millonario contrato de la cadena hotelera firmado en Brasil en la mano, junto a otras con el detalle de las negociaciones avanzadas con otras empresas que también querían comenzar a trabajar, y de inmediato, con nosotros en sus proyectos millonarios.
Dante me indicó que me sentara, pero no fue capaz de mirarme, como si lo hacía para con sus manos, que ahora cubrían su rostro.
Como a los cinco minutos de un eterno silencio, abrió una de sus manos y comenzó a hablar…
Dante Ricci - ¿Y?
Letizia - Y… ¡Aquí tienes! (le dije sonriente mientras vi como tomó la carpeta sin mirarla y la guardó en un caj
