En aquel entonces, Julián ya odiaba a su padre, pero aun le quedaba un camino hacia la rectitud el cual era Claudia. Ella parecía querer un futuro lejos de su pueblo, lejos del narcotráfico y por supuesto vivir mejor. Su sueño, a diferencia de muchos mexicanos, no era ir al otro lado, sino ir a la capital donde cualquier persona podía forjar su propio destino sin la la pena de ser discriminado por su origen.
Muchas de sus amigas habían dejado ese pueblo el cual estaba prácticamente muerto, donde solo viviendo las familias de la gente del Cartel y los ancianos que se negaban a abandonar su único patrimonio.
Claudia habia notado el cambio en sus amigas, ya no vestían igual y tampoco hablaban de la misma forma, habían adquirido el acento del centro del país, pero aunque Claudia no era del
