Kayler me tomó del brazo y casi me arrastró lejos de los demás, en dirección a la entrada de la universidad. Yo estaba ida, tenía ganas de llorar, había matado a una persona. Lo había hecho. Me siento tan culpable y tan mal que no creo que mi vida sea normal y tranquila a partir de ahora. Nos detuvimos. —¿Me puedes explicar eso? —me preguntó algo bajo. Se cruzó de brazos expectante. —Kayler, no sé qué pasó. —dije sin mirarlo. Mi cabello estaba suelto, mi chaqueta negra me abrigaba de la llovizna fría que a veces nos golpeaba. Se acercó a mí, tomándome el mentón, obligándome a mirarlo. Creo que mis ojos estaban rojos. —Tenemos que resolver esto. No pudiste haber sido tú. Yo estuve contigo anoche. —murmuró—. Pero luego me quedé dormido... —Es obvio, Kayler, no te lo