—Le molesta si fumo—preguntó la señorita Olivia mientras sacaba un encendedor y una caja de cigarros.
—Adelante—expresó luego de pasar una mirada al lugar, no había ningún letrero qué indicará qué estaba prohibido y había un hombre fumando no muy lejos de ellos.
—¿Gusta uno?—preguntó extendiendole su caja y aunque Sebastián solo fumaba cuando se sentía sumamente estresado, decidió tomar uno porque la conversación lo puso tenso. No estaba preparado para lo que la señorita Olivia acababa de revelarle.
—¿Ese es uno de los síntomas de ese transtorno? ¿La indiferencia?
—¿Le ha parecido indiferente?—bromeó soltando una pequeña sonrisa—como dije no debería mencionar estas cosas con usted, porque estoy rompiendo la confianza entre psicólogo-paciente, pero desde que la conozco ha sido difícil para ella socializar, más porque ella es mucho mayor que sus compañeros, así que tal vez si tal vez alguien de su rango edad trata de comprenderla, no le vendría nada mal.
Sebastián alzó levemente las cejas, no esperaba que dijera tal cosa, aunque probablemente era el vino y el hecho de que ya estaba ebria.
—¿Cuáles son los síntomas y como afectan su vida?—quiso saber para finalmente deshacerse de la idea de poseerla una vez que tuviera todas las cartas sobre la mesa.
Luego de una calada a su cigarro, la señorita Olivia sonrió y saco el humo por sus fosas nasales.
—Desorganizacion, poca habilidad para administrar su tiempo, baja tolerancia a la frustración. Suelen ser olvidadizos, les cuesta poner atención a una actividad, inquietud o nerviosismo entre muchas otras cosas—explicó sin muchos detalles, pero las cosas que la señorita Olivia explicaba no parecían describir a Mariana, de hecho, por las notas qué ella tomaba en clase, Mariana era una de las pocas alumnas qué tenía sus apuntes decentes y bien estructurados ¿Estaba mintiendole?
—¿Porqué Mariana Aguilar no es tal y como usted describe a las personas con su transtorno?—dijo y enseguida le dio una calada a su cigarro.
—Bueno, eso es porque hemos trabajado mucho en lo que Mariana ha notado como sus puntos débiles. Ella ha logrado organizar su vida luego de dos años de terapia, pero también es una persona condicionada.
—¿Condicionada a qué?—cuestiono mientras tamborileaba los dedos sobre la mesa.
—El TDAH se diagnóstica mayormente en la niñez. Es fácil identificar y tratar a los niños con ese transtorno; sin embargo, Mariana fue una de esos miles de niños a los que se les tacho de perezosos e inquietos en vez de averiguar más sobre su comportamiento. Ella fue condicionada con golpes para controlar su hiperactividad, obligada a estar quieta o iba a ser golpeada—declaró la señorita Olivia antes de tomar otro trago de vino.
—¿Sus padres?—Sebastián levanto la mirada, esa información de pronto lo hizo sentir enfadado.
—Su madre en realidad, su padre murió luego de que ella naciera.
Sebastián levanto la mano hacia el camarero y enseguida pidio algo más fuerte para poder soportar aquella conversación. Un whisky.
—¿Es un trastorno curable?—preguntó teniendo la esperanza de que tal vez luego de tratarse ella lograría superar los malos momentos de su vida.
—No, no es algo que se pueda curar, el tdah es un trastorno a nivel neuronal, lo único que se le compara es el autismo, pero el tdah es algo más fácil de controlar.
—¿Con pastillas o algo por el estilo?—preguntó, pero de pronto se dio cuenta de que su tono de voz tenía cierto aire de urgencia, así que tomo un trago de whisky para relajarse.
—Mariana toma suplementos qué le ayudan a la concentración y a relajarse. Tratar de parecer común no es exactamente algo que pueda hacer a la ligera, aunque ella ya es una mujer adulta, de una u otra forma tuvo que aprender a adaptarse, es una pena, una mujer tan inteligente, ha pasado por tanto.
Sebastián observó con atención la expresión en el rostro de la psicóloga de Mariana. Estaba desilusionada, quizás tanto como él lo estaba, nunca le había ocurrido algo así.
Había salido con una joven encantadora qué era sorda del oído derecho, pero lo que la psicóloga le contaba pasaba la línea qué él no sabia si se atrevería a cruzar solo para cumplir su capricho. ¿Valía la pena intentarlo?
—Supongo que el origen de todo sus males es ese transtono—supuso Sebastián mientras le daba una calada al cigarro, esta vez más lenta, deteniéndo el humo del tabaco quemado en sus pulmones un poco más de lo apropiado para castigarse a si mismo, por ser un maldito hijo de perra, sin ofender a su propia madre, ella ni siquiera tenía idea de lo miserable qué era con las mujeres, ella estaba orgullosa de él.
La psicóloga tomo su copa y le dio un último sorbo, se sentía demasiado ebria para divisar qué la verdadera razón por la que Sebastián la había invitado a cenar era por su paciente, aunque tal vez lo sospechaba, pero sabía que cualquier intención con ella, sería inútil.
—Ella menciono qué tenía suficiente de los hombres—menciono, esperaba que la respuesta fuera la última estocada al capricho qué tenía con ella, quería que sus esperanzas de poseerla se desvanecieran porque podía ser un maldito mujeriego, pero no un imbécil—¿El tdah, tiene que ver?
Olivia alzó ambas cejas, extrañada por lo que Sebastián había dicho.
—En parte si, pero en cuanto a sus relaciones sentimentales no hemos hablado, ella simplemente se ha negado a hablar sobre eso, por el momento—la señorita Olivia se quedo en silencio mientras meditaba la posibilidad de hablar sobre lo poco que sabía al respecto. Luego de un segundo sonrió con cierta malicia y miro a Sebastian—aun no sé exactamente lo que paso, pero ella presenta algunos síntomas de estrés postraumático, creo que lo que vivió debió ser terrible.
Sebastián había mirado hacia un punto fijo en la mesa y luego de escuchar la voz de la señorita Olivia, levanto la mirada, entre atónito y horrorizado. ¿Qué diablos había pasado esa chica para quedar así?
Eso definitivamente, había matado su interés por ella o al menos eso se dijo a sí mismo, porque ceder a sus deseos era pasar de la línea de la decencia moral. No quería hacerle daño a Mariana, no después de saber todo lo que tenia que estar viviendo, pero seguía teniendo dudas al respecto, no obstante, tal vez las preguntas a sus dudas quedarían en la incógnita.
Sebastián se dio cuenta de que la psicóloga estaba demasiado alegre, estaba ebria y con ese tipo de mujeres no le gustaba tratar. Había respondido a todas sus dudas, no necesitaba nada más de ella.
Le propuso llevarla a casa y ella enseguida acepto, olvidando el tema de Mariana Aguilar. La subió al asiento del copiloto y luego de subir del otro lado, se dispuso a encender el auto, pero la señorita Olivia se inclino hacia él, moviendo sus manos con prisa sobre su pantalón.
—¡Wow!—logró decir cuando ella logro bajar la bragueta de su pantalón, tenía bastante práctica y Sebastián lo noto. Estuvo a punto de detenerla, pero por un momento, la imagen de Mariana apareció en su cabeza, él tenia que dejar de hacer eso, pensar en ella como si fuera a seguir con ese absurdo plan, así que dejo que la señorita Olivia sacara su virilidad y comenzara a lamerlo con devoción.
Él, echo la cabeza hacia atrás, apoyándose contra el respaldo del asiento. Cerro los ojos y trató de pensar en todas esas chicas sexis qué habían pasado por sus manos, eso lo distrajo un poco. Su respiración comenzó a ser entrecortada al sentir la forma en como la señorita Olivia se esforzaba por darle placer.
En cierto momento le pareció gracioso escuchar cierto sonido qué provenian de su garganta, era obvio que no estaba acostumbrada a una salchicha escocesa. Grandes, duras y vigorosas.
Era mucho para meter en una boca tan pequeña. En otras circunstancias, él habría tomado su cabello para ayudarla llegar a la base de su union, pero ella estaba ebria y había comido demasiado, no quería que su auto o incluso él mismo terminará con la cena a medio digerir sobre su ropa.
Se mantuvo quieto, disfrutando el momento, dejando su mente en blanco para intentar volver a ser el mismo Sebastián de antes. El oscuro y dominante, él qué era capaz de domar dos bellezas el mismo día sin cansarse, pero cuando la señorita Olivia consiguió hacer explotar su salchicha dentro de su boca. Sebastián gimio ante el pequeño placer qué eso le provocó; sin embargo, cuando la sensación fue desapareciendo y la señorita Olivia se levantó con una sonrisa en los labios, luego de tragarse todo lo que él había expulsado.
—Yo...—titubeo—me tomaste por sorpresa.
—Era algo que quería hacer desde que te conocí—admitió Olivia mientras se limpiaba los labios con cierta torpeza debido al alcohol en su sangre, ocasionando qué su pintalabios se corriera por su piel. No había tomado la precaución necesaria, podía ser qué Sebastián fuese un hombre, pero había aprendido bien de sus chicas.
La señorita Olivia debió ocupar un pintalabios indeleble para evitar esos accidentes. El como lucia en esos momentos le causó ternura y un poco de risa.
Al verla, pensó que tal vez podía reemplazar a Mariana, que tal vez su pequeña obsesión por tenerla terminaría sepultada debajo de las curvas de la señorita Olivia; sin embargo, había algo que no se sentía bien, no se sentía de buen humor para llevársela a la cama justo en ese momento.
—Nunca lo habría imaginado—respondió Sebastián algo incomodo, así que encendió el auto y enseguida se guardo su virilidad dentro de sus pantalones.
La señorita Olivia se acercó a él y se acomodo debajo de su brazo, casi como si estuviera reclamando lo como suyo.
—¿A donde te llevo?—cuestiono Sebastián mientras salio del estacionamiento para adentrarse una vez más a la carretera. Ya era bastante noche, ambos habían estado conversando sobre Mariana por un largo rato, tanto así que ellos eran los últimos clientes.
—A donde quieras—dijo la señorita Olivia insinuandole qué estaba dispuesta a seguir con su pequeño acto travieso en donde él deseara, pero Sebastián negó con la cabeza, aunque dudo que Olivia pudiera verlo desde su posición.
—La idea es llevarte a casa y yo no sé donde vives—le explico con la mirada al frente y sin darle mucha importancia a lo que había ocurrido entre los dos, pero Olivia intuyo qué trataba de indicarle qué quería seguir con el juego en su casa.
—Estoy demasiado borracha para decirte por donde es—dijo con tal de evitar ir a su casa porque luego de saber que tendría una cita con Sebastián, había dejado todo tirado, tratando de lucir perfecta solo para él.
—Bueno, si quieres puedo llamar al rector de la universidad para que me la de—expresó Sebastián. Había algo en su voz, un tono de incomodidad e intranquilidad, estaba enojado, pero no sabia exactamente porque. ¿Acaso era por haber renunciado a Mariana para no verse como un desgraciado al querer aprovecharse de su vulnerabilidad?
—¡No, no hace falta molestarlo!—dijo esta vez sintiendo las mejillas ruborizadas de la vergüenza.
De pronto como si la embriaguez hubiese desaparecido, ella comenzó a indicarle hacia donde tenía que ir. Se apartó un poco de Sebastián y miro hacia el frente, aunque un poco más animada, ella intuía qué Sebastián estaba jugando con ella, un juego de seducción, pero la realidad era qué Sebastián se sentía abrumado y cansado. No quería montarla, quería ir a casa a descansar.
Cuando Olivia le indico cual era su casa, Sebastián le ayudo, como buen caballero, a salir de su auto.
—Fue una noche agradable—expresó Sebastián, realmente no se había sentido del todo bien luego de dejarla probarlo y no quería ni mencionarlo.
—¿Te gustaría entrar?—preguntó para invitarlo a seguir para tener un momento más privado.
—No, en realidad, debo irme, tengo algunos pendientes por hacer y debo hacer unas videollamadas—intentó justificarse.
—Pero ya casi es media noche. ¿A quien vas a llamar a esta hora?—se quejó Olivia sin lograr comprender qué estaba pasando. Se lo había chupado y él... ¿No quería continuar?
—Oh, bueno, sabes que soy de otro país, haré alguna videollamadas a mi familia, disculpa que tenga que irme, pero no es algo que pueda cancelar, ellos están preocupados de que viva aquí solo.
—Pero...—se quedo en silencio mientras miraba la puerta de su casa—podriamos seguir con lo que dejamos pendiente.
—Será para otra ocasión, preciosa, pero ahora debo irme—insistió rodeando el auto para entrar.
Olivia lo observó, atónita y algo desilusionada. Había escuchado rumores de él en bocas de las estudiantes de la universidad, no creía que fueran mentira, pero Sebastián se comportaba como un perfecto angel qué había sido técnicamente ultrajada por ella.