Capítulo 14.Llamada

1304 Palabras
Cuando Sebastián llego al lugar, busco con la mirada a Mariana, por supuesto no la encontró, pero sí vio al equipo de tiro con arco y los reconoció porque todos los estudiantes llevaban un uniforme y entre ellos estaba Camila. No recordaba que ella le hubiera mencionado algo sobre estar interesada en algún deporte, pero en realidad nunca había hablado de casi nada cuando se encontraban, lo suyo era únicamente sexo y si alguna vez lo menciono seguramente él no la escuchó. Respiró hondo y camino hasta el equipo para preguntarle por Mariana o por lo menos que se suponía que tenía que hacer en ese evento. Parecía que tal vez tendría que hacer algún tipo de discurso porque había un pequeño escenario y un micrófono ya preparado y aunque Mariana no había mencionado nada, en realidad era muy bueno improvisando, era abogado así que hablar en público no era algo a lo que le tuviera miedo, de hecho, ser escuchado era algo gratificante y su ego agradecía la atención que recibía, pero al llegar frente a equipo, sintió la mirada penetrante de Camila. Nunca había temido a la mirada de una mujer y vaya que había tenido experiencias donde su chica actual tenía que encontrarse con sus viejas compañeras de cama, pero verlas reunidas nunca lo había hecho sentirse incómodo, sino todo lo contrario porque podía comparar la belleza de cada una y sentirse como un verdadero alfa, rodeado de su propio harem, pero en ese sitio, no sintió nada parecido al orgullo. La mirada de Camila parecía comerlo con la mirada, pero no de forma lasciva, sino más bien como si él fuera un pequeño ratón indefenso y ella un enorme gato a punto de devorarlo con la mirada. Claramente, miedo no era precisamente la palabra que definía lo que sentía, pero podía comprar esa sensación con el tráfico de la ciudad, molesto. —¡Oh! Profesor Sallow, que bueno que nos acompaña, por un momento creímos que no vendría—expreso un joven alto y delgado. Sebastián lo miro rápidamente de reojo mientras le extendía la mano para saludarlo. Era casi tan alto como él, delgado y piel blanca. Con la manzana de adán muy pronunciada en su cuello, de rostro circular y orejas prominentes, era como ver a un jugador de baloncesto en un deporte equivocado. —Gracias por la invitación—expreso Sebastián luego de un firme apretón de manos— la señorita Aguilar menciono que debia dar un discurso ¿Verdad? —¡Oh, sí!— dijo el joven esbozando una sonrisa— de hecho, si no le molesta, en unos minutos empezará el evento. Venga lo acompaño al escenario. El joven le hizo una señal con la mano para guiar a Sebastián detrás del escenario, pero en ese momento Camila apareció detrás de ellos. —¿Les molesta si los acompaño?—expreso con una voz dulce y gentil, pero no dirigiéndose a Sebastián, sino más bien a su compañero, quien por un momento la miro con desconcierto, pero ya que Camila era una de las chicas más hermosas de toda la facultad, él solo le sonrió y enseguida asintió sin pedirle explicaciones. Sebastián aspiró aire, introduciéndolo en sus pulmones lentamente, intuyendo que la presencia de Camila seguramente sería un fastidio, pero ya que estaba ahí como profesor y no como el estúpido que se había metido a la cama como ella, soltó el aire de forma desganada sin decir ni una sola palabra de queja. Siguió al joven delante de él y a Camila, que estaba a tan pocos centímetros de él mientras le reía y aparentemente le coqueteaba. Sebastián intuyo que por la naturaleza coqueta de Camila era imposible resistir hacer lo mismo con cada hombre que se le cruzara, por supuesto, siempre y cuando pudiera obtener algo de él. Los tres caminaron hacia la parte posterior del escenario, donde algunos profesores conversaban con un sandwich en la mano y un vaso desechable de color rojo en la mano antes de comenzar el evento. Ya que la presencia del Sebastián era imposible de ocultar, algunos profesor que lo reconocieron y lo conocían, se acercaron a él para saludarlo. Tanto Camila como el joven se apartaron de Sebastián sin decir nada, aunque cuando Sebastián se dio cuenta de que Camila finalmente se iba, se dio cuenta de que lo miraba con el ceño fruncido, como si algo en su pequeño plan no hubiera salido como ella lo planeaba. Sebastián rechazó el sandwich y el vaso de refresco porque, no consumía mucha azúcar, además del café que solía tomar en las mañanas y por la noches cuando le invitaba uno a Mariana. Mientras fingía haberse reído por una broma de doble sentido que aparentemente todos habían entendido, excepto él, vio a Mariana entrar justo a lado de otro profesor, el mismo que había visto una vez con ella. Los miro de reojo tratando de disimular que aún seguía en la conversación. Miro primero a John, su cabello era rubio, más no un rubio claro o platinado, era uno que podía confundirse fácilmente con un castaño. Sus ojos eran verdes y era casi tan alto como Sebastián, quizás no muy atractivo del rostro, pero su cuerpo quizás era tan atlético como el suyo, pero no fue su presencia lo que le molesto a Sebastián, sino que él iba acompañado de Mariana, su Mariana. Ella también lucia el mismo uniforme que Camila, solo que en ella, ante los ojos de Sebastián, lucia diferente. Había algo en como la tela envolvía su cuerpo, como sus curvas resaltaban. Su cuerpo sintió la misma sensación que podría sentir al ver un video para adultos justo delante de sus alumnos, de esos donde la actriz se vestía como una colegiala cualquiera. Era una sensación excitante y provocadora, algo que hizo sentir cierta dureza debajo de su pantalón. —¿Qué opina usted Profesor Sallow?—le dijo otro profesor a su lado y cuando él giró buscando el origen de aquella voz, se encontró con un grupo de personas mirándolo atentamente como si su opinión ahí valiera más que el resto de los que estaban ahí. —¡Oh!... verán—logró decir, pero justo en ese momento su teléfono sonó, salvándolo no solo de la humillación, sino de admitir qué Mariana no solo era el blanco de su objetivo más deseado, sino que ya estaba convirtiéndose en su maldita obsesión—disculpen. Saco su teléfono y se giró para contestar la llamada, aunque desgraciadamente para él, era su más reciente conquista, la psicóloga de Mariana, la señorita Olivia. Instintivamente, sus labios se torcieron en una mueca qué cargaba todo el peso del arrepentimiento qué estaba empezando a sentir por acostarse con una colega, un terrible error. —¿Diga?—avanzo un par de pasos mientras se disculpaba haciendo una leve inclinación con la cabeza. —Espero no molestar nada—expreso su voz con cierto aire de coquetería. —No— dijo Sebastián alargando esa palabra, añadiendo un pequeño suspiro al final que lo decía todo, pero sin decir nada—¿Sucede algo? —En realidad quería darte una pequeña sorpresa— expreso con un poco más de energía en su tono de voz. —¿Sorpresa?—dijo Sebastián frunciendo el ceño, eso no parecía ser exactamente una buena idea, al menos no para él, después de haber sufrido al lado de Camila— ¿Qué tipo de sorpresa? —¿Puedes girar un poco?—propuso Olivia y entonces Sebastián sintió una especie de escalofríos recorriéndole la espalda, como si sus palabras fueran parte de una escena de alguna película de terror. Ella estaba ahí, con un vestido blanco, casi como si deseara que comenzaran a vincularla como su pareja, y eso, eso era algo que nunca permitiria
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