Sebastián respiró profundamente antes de entrar al salón de clases. Ese día, le tocaba volver a ver a Mariana a primera hora del día, a las siete de la mañana. Nada en su rutina había cambiado, pero sabía que el trato de Mariana iba a cambiar y temía ver de qué modo lo haría. Abrió la puerta y encontró a Mariana sentada en su lugar de siempre, solo que no era la única alumna presente, por lo tanto, no podría hablar con ella de lo sucedido y explicarle, si es que podía encontrar una excusa para lo que sus ojos habían visto. Se sentó en su escritorio, en silencio, como un niño regañado, aunque algunos alumnos intentaron hablar con él, pronto descubrieron que él no estaba de humor y cuando eso sucedía, el ambiente a su alrededor se oscurecía y el silencio reinaba mientras él explicaba el te