Sebastián levantó la vista cuando vio entrar a una joven a su oficina. Su rostro le era familiar, quizás la había visto por los pasillos antes, pero no estaba seguro, su mente, últimamente, no estaba del todo concentrada. El trabajo había pasado casi a segundo plano porque no podía enfocarse en nada más que no fuera el cuerpo de Mariana.
—Disculpe que lo interrumpa— dijo la joven mientras sostenía una carpeta en sus manos, con la cual empezó a jugar nerviosamente al acercase a su escritorio.
Sebastián se quitó las gafas, la miro con cierto aire cansado y solo torció levemente los labios. No tenía ganas de hablar.
—La magistrada me envía para informarle que la junta de hoy se va a adelantar unas horas—expreso la joven y Sebastián frunció un poco el ceño, luego se llevó los dedos a los oj
