Capítulo 2. Una Nochebuena inesperada 2

1859 Palabras
Una gran mano empuja ambas puertas y Milena y Luzio quedan frente a frente. Él se sienta en cuclillas, quedando muy cerca de ella. Sus rostros están a pocos centímetros uno del otro. La mira fijamente con el ceño muy fruncido. Milena carraspea sin saber qué hacer o decir. Huir ya no es una opción, eso lo tiene bastante claro. Trata de desviar la mirada, pero ¿dónde miraría si él acapara todo su campo de visión? Su mandíbula amenaza con abrirse ante la vista perfecta que tiene de él. Sus hombros son anchos y su cabello claro, casi rubio, con un corte limpio y ese estilo clásico que a ella le encanta. Sus ojos son pardos, aunque con la poca luz que hay en el sitio no puede saber si en realidad son verdes. Y ese perfume que ya desde antes había llamado su atención. Su celular vuelve a sonar, desviando la mirada de Luzio. El corazón de la mujer late más rápido. Aunque él no ha dicho una sola palabra, su presencia la abruma. Malditos nervios. Su boca la tiene seca y sus manos tiemblan. —¿Estás bien? —pregunta Luzio al notar la herida pequeña en su mano. Su mirada penetra la de Milena y la tensión en su estómago se acrecienta a mil. —Sí, es solo una herida superficial. —Suspira con pesadez—. Nada que no se solucione con un buen desinfectante y una pomada. Luzio se agacha para sentarse con las piernas cruzadas en el suelo, al lado de ella. De inmediato, Roco se acerca y se restriega de nuevo por sus piernas. —Es mejor que atiendas tu teléfono. —Acaricia a la odiosa mascota causante de todo este desastre entre ellos—. Puede ser algo importante. Mierda, la cara de Milena arde. Se tarda un poco en agarrar su móvil debido al temblor de sus manos. —¿Hola? —Su voz apenas se oye en el cubículo—. Ahora no es un buen momento, Sofía. ¿Podemos hablar más tarde? —Solo quería saber si ya te aplicaste tu gonadotropina. El lunes temprano es el primer intento. Me pediste que te lo recordara. —Sofía, estoy en un mal momento ahora. No estoy sola y no puedo hablar de eso. —¡¿Cómo?! —grita la joven del otro lado. Luzio escucha la conversación entre ellas a la perfección—. Pero es Nochebuena. Siempre pasas sola esta noche. ¿Acaso tenías una cita y no me contaste? —No es una cita. —Milena se frota la sien para aminorar su incomodidad—. Es solo una situación inesperada que estoy intentando solucionar. —Pero ¿te encuentras bien? ¿Quién es él? ¿Es algún guapo que suele frecuentar la confitería? —insiste Sofía—. Necesito todos los detalles, o no podré estar en paz, Mile. Quiero saber quién es el valiente soldado que puede quitar las telarañas de ahí abajo. Luzio no puede evitar sonreír al oír la conversación de estas dos. Milena siente que su cara va a estallar de la vergüenza. —Sofía, por favor. —Silva a través de los dientes apretados—. Cállate. Ya luego te explico todo. —¿Y qué hay de tu inseminación del lun…? —Lo siento, adiós. —Milena aprieta el botón de finalizar llamada antes de que su amiga diga más cosas y después vuelve a mirar al impío y sexi vecino que está sentado a su lado. Diablos, todo esto se complicó demasiado. Es ridícula esta situación. Es casi como si el universo se riera de ella. —Mi nombre es Luzio —dice él luego de unos segundos de incómodo silencio. —Yo soy Milena y él es Roco —señala al gato acostado a los pies de Luzio—. Sé que esto es extraño, pero puedo explicarlo. Si me permites. —Pues tenemos mucho tiempo para eso. —Se levanta del suelo y le ofrece su mano para ponerse en pie. Ella la acepta con cierto recelo—. De aquí no nos moveremos tan pronto, según veo. ¿Qué quiso decir con eso? ¿La va a denunciar? Ay, no. Navidad en la cárcel. —No es lo que piensas, Luzio. No estaba tratando de robarte o algo así —se apresura a decir Milena con la voz temblorosa, imaginando lo peor. Luzio la observa con tal intensidad que ella no puede evitar cohibirse. —Solo vine por él, y sé que está mal que lo haya hecho de esa forma, pero no lo pensé demasiado y todo se complicó. Luzio aún la observa en silencio. Cuando encontró a esta mujer dentro de su armario, lo único que no pensó fue que ella había entrado a robar. Tiene ojo crítico con las personas y al momento se dio cuenta de lo que había pasado. Ella no tiene apariencia de ladrona, es más, le parece una mujer bastante bella, sencilla e interesante. Incluso parece que es de su misma edad. Milena es bajita, pero con una figura de reloj de arena que la hace ver muy tierna y sensual al mismo tiempo, especialmente con ese jean azul y esa blusa negra que le queda pintada al cuerpo. Su cabello es liso, castaño y tan largo que le llega hasta la cintura. No lleva mucho maquillaje, solo un brillo de labios, y huele a… ¿glacé? —Lo que te estoy diciendo es cierto —añade ella al no recibir respuestas de su parte—. Además, te pagaré por los daños que causamos, pero, por favor, no metas una queja en la gerencia contra nosotros. Roco es muy travieso y le gusta escapar cuando no estoy en casa. —¿Como esa vez que hizo sus necesidades en mi alfombra de cincuenta y cinco mil? Mile boquea por su pregunta. —No sabía que… —¿Que yo lo sabía? —completa, y sonríe de lado. Y sí, a Mile le parece muy sensual esa sonrisa, en especial esas arruguitas que se le forman en la esquina de los ojos. —Le pedí a la chica de limpieza que no te dijera nada. Lupe, creo que se llama. «Otra traidora», piensa ella. Mile suspira con pesadez, mientras que Luzio se nota despreocupado. Ahora el celular de él es el que suena. Se apresura a sacarlo de su bolsillo y contestar. Habla algunas cosas con la persona del otro lado. Se le ve frustrado y disgustado mientras lo hace. Después de colgar, camina hasta la cocina y busca algo en las alacenas. Milena lo sigue. —Como ya te habrás dado cuenta, el sistema de seguridad de este piso se dañó. —Coloca una tetera a funcionar—. Tardarán un buen tiempo en ponerlo a funcionar, tal vez horas. Ya llamaron a los técnicos y a duras penas aceptaron venir a hacerlo por ser Nochebuena. —¿Eso qué quiere decir? —Mile se acerca a él. —Quiere decir que estaremos encerrados un buen tiempo aquí. —Pero tengo muchas cosas que hacer —se queja—. Necesito ir a mi departamento ahora. Se está haciendo tarde para mí… Milena se queda callada y preocupada, mientras camina de aquí para allá. No puede fallar con sus inyecciones. El día esperado se acerca, y si sale mal a causa de eso, no sabe qué será de ella. Debe volver a hacer todo el trabajo de programación. Fueron dos años de espera para este momento, de prepararse. No puede echar todo su sacrificio a la basura. Su estómago está revuelto debido a la angustia. Casi siente ganas de vomitar. Luzio prepara dos tazas de té como si no le afectara en absoluto lo que pasa. —¿No tienes que ir a una cena familiar? —pregunta algo disgustada por su actitud—. Es Nochebuena —Sí —Luzio se ríe entre dientes—, pero no puedo hacer nada al respecto. Tuve la mala suerte de que alguien entrara a mi departamento sin mi permiso y activara el sensor de robo. Por eso ahora estoy encerrado con una desconocida y su gato. —¿Me estás culpando? Luzio asiente sin ningún remordimiento, aumentando la amargura de Milena. —No nos queda de otra que esperar, a menos que tengas otra idea fantástica. —Pone un sobre de té de menta en una taza y lo empuja un poco hacia ella—. Supongo que no tenemos nada mejor que hacer que beber un té y hablar. —Milena vuelve a mirar la hora—. Sé lo que te angustia. —No, no lo sabes. —Suspira hondo. —Lo siento, no te voy a mentir. Escuché todo lo que estabas hablando con tu amiga. Mi madre y mi tía son pediatras, y sé para qué es esa hormona. —¡Increíble! —Milena se deja caer en el sofá y considera mandarlo a la mierda por su atrevimiento, pero él no tiene la culpa de nada. Ella es la que está fuera de lugar. Hay un momento de silencio antes de que Luzio vuelva a hablar. —Así que estás buscando quedar embarazada. —Sí —suspira—, quiero un bebé. Y, por supuesto, ese es el gran problema. El más grande que tengo ahora. Esperé por esto por más de dos años. No puedo fallar a mi tratamiento cuando estoy tan cerca. —¿Por qué no avisas a tu marido lo que pasó? —Porque no tengo marido. —¿Novio? Milena siente ganas de estrangularlo por su insistencia. —No. Estoy soltera. No tengo marido ni novio ni novia. Nada. —Bien, solo estaba preguntando. —Luzio levanta ambas manos al notar su enfado—. Así que ¿lo harás sola? —Sí. —Carraspea, luchando por recuperar algo de la serenidad y paciencia que ha perdido desde que fue descubierta por él en ese armario—. Lo siento, no quise ser grosera. —Discúlpame tú a mí. No quise entrometerme. Supongo que es una cuestión muy personal. —Luzio agarra la taza de té que ya antes le había ofrecido y se la lleva. Se sienta a su lado en el sofá para sostener la suya. Milena asiente con la cabeza otra vez, mientras que su mirada deambula en la nada. —El tiempo corre para mí y siento que ya he tomado todas las decisiones que debo tomar en la vida. Tengo mi propio negocio, mi propio departamento y no me queda tiempo ni ganas para las relaciones, especialmente desde que mi novio falleció en un accidente de motocicleta hace siete años —relata, y mueve el saco de té dentro de la taza—. Es algo con lo que he soñado toda mi vida. Lo último que me falta para sentirme completa y feliz. —Es una decisión admirable. Milena se alegra al ver que al menos no la juzga por su deseo de ser madre autónoma, como lo han hecho sus familiares y la mayoría de sus amigos, excepto Sofía.
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