En algún momento me quedé dormido, porque me desperté con la luz que entraba a la habitación y me daba en la cara. Me apuré a mi casa, cansado pero eufórico, seguro de que mi proeza se inscribiría para siempre en los anales de la historia de Santa Bárbara. No ocurrió justo así. Yo estaba en graves problemas. Como no llegué a casa, mis padres habían llamado a la policía y se había iniciado una frenética búsqueda. Bobby y Sally, queriendo mantenerse fuera del problema, no dijeron nada sobre la Casa Encantada y sostuvieron que no sabían dónde estaba yo. Recibí una pela real, un castigo de dos semanas completas y un regaño de un detective de la policía, muy molesto, en referencia al dolor que causé a muchas personas. Pero nada de eso importó. En la Escuela Cabrillo, yo era la celebridad. Los