Lo que sentí no fue ninguno de esos. En su lugar, fue una calidez, un brillo, un sentimiento de amor y contento que me hizo sonreír a pesa de mi estado sobreexcitado. Miré, esperando ver a un ser querido, sentado en el sofá bordado con flores que estaba bajo la ventana del frente, respondiéndome la sonrisa. Excepto que no había un sofá bordado con flores bajo la ventana del frente, porque yo nunca había tenido un sofá bordado con flores. Sólo había una estantería de dos repisas hecha de ladrillos y tablas, que yo había improvisado para colocar allí.
El sentimiento se había ido en un instante, pero la pos luminiscencia permaneció. Me sentí bien. Me sentí apreciado. Me sentí como si hubiera visto el final de Ghost (La historia de un amor) doce veces seguidas. Y no había razón para ello. Nin
