Adara había volado toda la noche, sin detenerse, quería llegar lo más pronto posible a donde se encontraba su padre para ayudarlo. — ¿Por qué ahora? Se preguntó a sí misma mientras divisaba a lo lejos las altas torres del palacio real, las cuales se alzaban al cielo. Torres donde ella y su padre habían compartido incontables tardes observando su reino. Una lágrima rodó por la mejilla de Adara, la cual desapareció rápidamente por el viento que golpeaba su cara. — Todos tienen que estar bien. Se dijo a sí misma para convencerse y animarse. Pero cuando vio una columna de humo alzándose al cielo desde el palacio, sintió que el corazón se le detenía, él palacio estaba siendo atacado. Adara se apresuró aún más, el tiempo que tardó en llegar al palacio se le hizo una eternidad, en la

