Lo siguiente que pudo percibir, es el suelo desde la espalda de Lysandro, ya que él había decidido que la mejor era llevarme como si yo fuese un costal, sobre sus hombros. —¡Lysandro! ¡Bájame! Me estoy empezando a enojar —espeto recibiendo como respuesta una nalgada. —No me hagas ponerte una mordaza. Instantáneamente mi cuerpo se relaja y bajo mi mirada para evitar ver el rostro de la gente, aprieto mis labios intentando que ningún sonido saliese de mi boca porque no me gustaba mucho la idea de estar amordazada. Minutos después salimos del bar, Lysandro abre la puerta de su auto y me deja en la parte de atrás del auto y me deja allí, cierra la puerta y se sube en el asiento de copiloto. ¡Eso me pasa por andar de desafiante! Minutos después llegamos a la que suponía que era la casa de