CAÍDA CINCUENTA Y NUEVE
“¿Por qué no puedo entrar?” Tony se quejó.
“Porque eres un sospechoso bastardo, además necesito que estés aquí afuera para que piratees el computador de Nicomedes”.
Tony se quejó enérgicamente y se hundió en el asiento del carro. Abrazó su laptop con firmeza. “Una fiesta llena de Chicas Ciberpink, bien buenas, sexys y tetonas bebiendo licor. Cualquier cosa podría pasar, cualquier cosa”, dijo sin dirigirse a nadie en particular. Se volvió hacia Héctor de nuevo. “Maldito suertudo”.
“¡Sólo haz tu trabajo!” Le espetó Héctor al hombre y se arregló el traje. Su viejo traje había quedado arruinado en el atentado contra Hondros, por lo que había alquilado uno. Al estar seguro que en esta noche también le daría al ventilador, le añadió el seguro extra al traje. Por supue
