CAÍDA TREINTA Y CINCO Una cara familiar oscureció la entrada de la tienda, pero no logró identificarla inmediatamente. Era peso pesado, musculoso “George, pasa”. El hombre de seguridad revisó el inventario, tocando la tela de uno de los maniquíes. “Dijiste que tendrías algo que me gustaría”. Héctor sonrió ampliamente. Sacó el chaleco de una gaveta y lo sostuvo en alto. Se veía cómo lo que usarías bajo un smoking. George lo frotó con los dedos. Incrédulo, miró a Héctor. “¿Esto es a prueba de balas?” “A prueba de balas, de cuchillos y además deja que la piel respire. Puedes usarlo todo el día. Necesitas tener cuidado cuando lo laves. Te escribiré las instrucciones. Está hecho a mano y no debe lavarse en lavadoras, pero aparte de eso creo que en tu caso, te quedará bien”. “¿De qué está