Bárbara
Sabía que no debía y quizás fue una exageración de mi parte, pero si había alguien que pudiese escucharme sin cuestionarme ni darme sermones, ese era Oz, él era el único lo suficientemente loco para acceder a la petición que necesitaba hacerle, razón por la cual viajé el lunes a primera hora a Suiza tras dejar todo listo en casa para Becca y Marion, evitando que sospechasen cualquier cosa al respecto.
—Nena, cada día estás más hermosa —comentó galante extendiéndome su mano.
Abracé a Oz estando a dos escalones y él me levantó depositando un beso en mi cuello antes de dejarme en tierra, aunque no sin antes repasar sus manos por mis curvas.
—Y tú como siempre siendo un caballero.
—El buen toque no se pierde nunca conmigo y lo sabes, aunque esta inesperada visita me tiene intrigad
