Con delicadeza, Avery volvió a insertar aquel ingenioso juguete dentro suyo, abriendo las piernas lo suficiente para que las cámaras tuvieran la mejor vista de ella.
Su área pélvica estaba rasurada, de modo que, toda su intimidad estaba expuesta nuevamente, solo que esta vez no lo estaría tanto si comparaba la primera experiencia con esa. El sombrerero tenía el control, pero al igual que ella, tenía que guardar las apariencias y pretender que aquello no era más que una simple cena común y corriente.
Avery se preguntó cuantas veces, depravados como él había hecho lo mismo en ese mismo restaurante, con chicas como ella. Sintió cierta repugnancia, tan solo de pensarlo, que en ese mismo lugar había sucedido lo mismo.
—Haz tu pregunta—le incito Armand, esta vez un poco excitado. Su mente, i
