Armand observó, muy entretenido, aquella escena tan caótica. Un hombre, de hecho el más delgado de todos ellos, se habría cabreado porque la chica con la que hacía estado coqueteando, había hablado con su compañero, o al menos esa era la excusa del pobre hombre que había terminado en el suelo y el cual estaba prácticamente suplicando por su vida mientras el otro le amenazaba con un arma. Por supuesto, Armand poco entendía las palabras que ambos tipos estaban compartiendo, ya que ambos se estaban comunicando en italiano y el suyo vaya que estaba oxidado, pero escucho un par de maldiciones y otro tipo de groserías y palabras altaneras propias de los italianos. Un tanto exhausto por no haber dormido en toda la noche y por supuesto, molesto al tener que detener aquel alboroto, Armand se dign