—Crei que fui lo bastante claro cuando te dije que no quería ningún tipo de inconvenientes, sombrerero—expreso el hombre de nombre Arlequín con una perversa sonrisa en los labios, demostrando así cuan impaciente se sentía ante ese inusual acontecimiento. —Tal vez deberías enseñarles modales a tus empleados antes que a disparar a diestra y siniestra—le reclamo Armand con cierta calma mirando de reojo el cuerpo de aquel sujeto impulsivo que recién había fallecido. —Hoy en día ya no se encuentra personal digno de confianza y claro que sepa usar un arma—aludió Arlequín mirando con cierta repulsión el cuerpo que yacía cerca de los pies de Juliette, quien aún seguía atónita, había visto muertes antes, pero no una tan de cerca, había estado a tan solo unos centímetros de morir de haber realizad