JHON
Estoy tan aturdido que recién noto que está por irse. Se agacha para tomar sus tacones, y su vestido se sube dejándome ver sus muslos.
—Reina —exclamo rápidamente para detenerla.
—¡No te atrevas a tocarme!
—Por favor —suplico.
—Es tu decisión —azota la puerta fuertemente.
En cuestión de minutos la rubia vuelve a entrar.
—Espero que para la próxima tengan claro que no hay príncipe —digo sentándome en mi asiento.
—¿Y qué piensas hacer con ése puesto?
—Cuando me dé la regalada gana, se la daré a quién yo quiera junto con mi puesto —firmo el cheque y se lo entrego. —. Dile a tu jefe que la mercancía estará mañana a primera hora, y que tenga muy claro que en mis negocios no entra mi familia, y que no hay un príncipe, nada de eso en los contratos.
—Podría ayudarte —alzo la
