Antes de ir al club quise invitar a Marla a cenar, dejé que ella escogiera el restaurante donde continuaríamos la conversación, pero nunca me imaginé que mencionaría ese el lugar en especial. —¿Tacos en una esquina? —¿Por qué no? Se me antojó y estábamos cerca de este puesto. —¿Segura no quieres ir a un restaurante? —¿Acaso es muy poco para usted, señor músico? —bendita hechicera, tú y tus encantos me enloquecerán. —Cuidado, hechicera, soy de buen estómago aunque no lo parezca. —Demuéstralo, músico. Veamos qué más sabes hacer con esos gruesos y jugosos labios —los presionó despertando mis ganas… y no precisamente de comer tacos. En pocos minutos esto fue una batalla por ver quién comía más tacos, aunque no sé en qué punto nos olvidamos de la competencia pasando a las risas al estar