SOFÍA
Hasta entonces, nunca había pensado tanto en que el verano se iba a acabar antes de lo esperado y volvería a casa. A Los Ángeles. A cinco horas de distancia del primer grupo de amigos que tenía que me hacían sentir especial. A cinco horas de Hunter. Y no quería que eso pasara; aun si las cosas salían mal, quería arriesgarme y en ese momento quise quedarme allí mucho más tiempo. Por eso empecé a buscar más insistentemente trabajo allí cerca. Incluso cuando Hunter mencionó la idea de gustarme San Francisco, lo pensé. San Francisco estaba, como mucho, a una hora, y era una ciudad preciosa y con mucho que hacer. No veía viviendo sola allí, pero los abuelos ya me habían dicho que su casa era la mía, y podía quedarme con ellos todo lo que quisiera.
—¿Te da miedo por Hunter? —me pregunt
