Las dos nos miramos de arriba a abajo sin poder creer lo que acabábamos de escuchar. Por mi parte solo quería saltar sobre Cindy y arrancar cada pelo de su cabeza, y por su expresión, ella pensaba lo mismo. -Estás despedida -dije con firmeza -muy despedida, así que lárgate ahora mismo. -¿Disculpa? Tú no eres quién para despedirme. Abrí los ojos y solté una carcajada. -Encima altanera, escúchame bien rubiecita, a partir de ahora la que vivirá con Daniel soy yo, su esposa, la que se encargará de las tareas del hogar y no requerirá más de tus servicios -respondí haciendo hincapié en la última palabra para que entendiera a qué servicios me refería. Me crucé de brazos satisfecha al ver como su boca se abría y cerraba como pez, sin saber que decir. Miró a Daniel, quien no entendía un p