Mi cuerpo ardía en llamas con un fuego que solo Daniel podría apagar. Necesitaba sus labios sobre mi piel, marcando mi cuerpo con sus besos y mi alma con sus caricias, por lo que tomé sus manos y las llevé a mis pechos, cerrando mis ojos de placer.
Sus dedos presionaron, tímidos al principio, pero mis gemidos le dieron la confianza para tocarme como quisiera y, mientras él se aventuraba en mi cuerpo, yo bajaba mis manos hasta su pantalón palpando la dura carne que allí se escondía.
Gimió al sentir mis dedos rodeándolo y apretando.
-La cama -susurré en su oído.
Asintió y con pena soltó mis pechos para sentarse en nuestra cama, pero sin dejar de mirarme un segundo. Lo amaba, me hacía sentir poderosa.
Lo empujé despacio para que se recostara y recorrí su estómago con mis labios hast
