Meses después... Bufé intentando levantarme de la alfombra sin pedir ayudar. Solo a mí se me ocurría hacer yoga con nueve meses de embarazo y un bebé tan grande. Era una pelota con patas de pollo. Todos los kilos que engordé se centraban en mi estómago, mientras que el resto de mi cuerpo se mantuvo exactamente igual. A veces bromeaba sobre tener un alien dentro, porque la forma que adquirió mi estómago era de otro mundo. Si no existieran los ecógrafos pensaría que tengo gemelos, o trillizos y con cabezas en punta como los coneheads. Menos mal era uno solo. -¿Necesitas ayuda? -preguntó mi esposo apoyado en el marco de la entrada. -Tengo que poder levantarme sola -gruñí poniéndome a cuatro patas y empujando para sentarme en mis piernas. Claro que no fue suficiente para impulsarme
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