Gabriel camina hasta ella muy despacio, paso a paso, con el corazón latiéndole en la boca y con unas ganas enormes de llorar como nunca antes lo había sentido. —Preciosa... —dice suavemente, colocándose a solo un centímetro de su rostro. —Mi amor... Dayana lo mira fijamente. Sus ojos están rojos y su mandíbula comienza a dar pequeñas sacudidas. Gabriel se agacha y la rodea con ambos brazos, la levanta hasta ponerla al nivel de su cara. —Dayana, yo... —Empieza diciendo, pero la voz se le corta por los nervios. La rubia cierra los ojos con fuerza cuando Gabriel intenta acomodarla en su hombro como antes lo hacía. Ella se resiste y ni siquiera lo toca. —Por favor, mi amor —Ruega, Gabriel. — Abrázame. Te necesito. Gabriel empieza a llorar sin remedio. Dayana está fría y distante y el