El viaje se le hace bastante largo esta vez a Gabriel, quizá por la ansiedad de volver a casa o por lo que sabe le espera a partir de ahora.
Saca su celular, apenas llega al lobby del aeropuerto, y marca el número que sabe de memoria por todas las conversaciones que tuvieron estos días antes de su vuelta.
—Hola, Gabriel —Contesta una voz ronca del otro lado después de un par de pitidos.
—Acabo de llegar al aeropuerto ¿Qué hora nos vemos?
—Salgo de una reunión dentro de dos horas —responde. —¿Sabes dónde queda el hotel del que te hablé la otra vez?
—Lo conozco.
—Nos vemos allí entonces —Habla entre susurros. —Te estaré esperando.
—Ahí estaré —Gabriel corta la llamada.
El profesor mira su reloj de muñeca y aún tiene suficiente tiempo para chequear antes algunas cuestiones importante
