Gabriel sale de la habitación de Dayana sin mirar atrás. Es consciente que si no se marcha ahora, terminará diciendo cosas aún peores de las que después se arrepentirá. Entra a su habitación con un nudo de tamaño gigante en la garganta y con la conciencia dando punzadas dolorosas. —¡Maldita sea! —Grita como un verdadero demente. —¿Por qué soy así? ¿Por qué todo lo hago mal? —Se regaña. Sabe que tiene razón en lo que dijo. No hay un motivo por el que tengan que estar pasando por esto ni reclamándose el uno al otro cuando ellos no son nada, pero hay algo dentro de él que se siente como la mierda al admitir aquello. Para Gabriel no fue un simple revolcón como dijo o de lo contrario no estaría ahora desesperado, muriéndose por dentro al ser un imbécil ante sus ojos y no estaría deseando vo