Sonidos sin sentidos salen de la boca de Gabriel como intentos de gemidos, entre tanto, tira de sus extremidades una y otra vez tratando de zafarse del nudo de correas en el que Dayana lo tiene inmovilizado y completamente a su disposición en su cama. Gabriel la mira fijamente con la respiración adolorida mientras ella deglute su pene hasta el fondo de su garganta, de manera rápida y constante, sin desviar la vista del castaño en el proceso. El profesor maldice mentalmente cuando la rubia retira su boca, otra vez, cuando se da cuenta de que está a punto de llegar a su orgasmo. Dayana succiona de nuevo con ansias la punta de su pene para después volver a soltarlo, llevándolo al borde en incontables veces y dejarlo a la deriva justo antes de que pueda correrse. Gabriel gruñe desesperado